Un minuto antes de extinguirse los dinosaurios
Viajando por Europa o el resto del mundo, sorprenden dos cuestiones acerca de los libros españoles: casi todo lo que continúa vendiéndose en el mundo es de los clásicos; lo presente es como si no existiera. En estudios retóricos, muchos se han preguntado cuáles podrían ser las causas. Habrá muchas, pero por lo que todos los medios españoles saben, en la actualidad no cuenta que se dediquen denodados esfuerzos a tratar de dominar la herramienta ni acercarse a la escritura con respeto solemne hacia algo tan hermoso y frágil como la lengua española. Tampoco cuenta machacarse las meninges para fabular con originalidad.Los editores y sus cohortes se jactan de un irrespeto insolente al castellano
Los primeros que desprecian la lengua son, precisamente, los correctores, que introducen barbaridades semánticas y sintácticas en redacciones que, de limpias, convierten en torpes y sucias, porque les han prohibido estudiar castellano y quien no usa una lengua a diario, no la domina.
Viajando por Europa o el resto del mundo, sorprenden dos cuestiones acerca de los libros españoles: casi todo lo que continúa vendiéndose en el mundo es de los clásicos; lo presente es como si no existiera. En estudios retóricos, muchos se han preguntado cuáles podrían ser las causas. Habrá muchas, pero por lo que todos los medios españoles saben, en la actualidad no cuenta que se dediquen denodados esfuerzos a tratar de dominar la herramienta ni acercarse a la escritura con respeto solemne hacia algo tan hermoso y frágil como la lengua española. Tampoco cuenta machacarse las meninges para fabular con originalidad.Los editores y sus cohortes se jactan de un irrespeto insolente al castellano
Los primeros que desprecian la lengua son, precisamente, los correctores, que introducen barbaridades semánticas y sintácticas en redacciones que, de limpias, convierten en torpes y sucias, porque les han prohibido estudiar castellano y quien no usa una lengua a diario, no la domina.
Pero a la hora de despreciar, hay un montón de ignorantas (cuya profesión indicada sería verduleras) que no sólo pretenden que los escritores españoles remeden a Dan Brown, sino que se impacientan frente a quienes defienden el rigor en el uso de la lengua y, para colmo, amparan, empujan y promocionan a plagiarias clamorosas, como una que copió y presentó como suyos 150 versos de un buen poeta, y por ahí anda en pomposa firmas de columnas escalofriantemente estúpidas.
Cualquiera que salga mucho en televisión puede plagiar a escritores norteamericanos y vender cien mil ejemplares de un libro ilegal, antes de que la justicia meta manos en el asunto.Agonizan aquellos dinosaurios -inimaginables ahora- de la originalidad y la osadía de Quevedo, Góngora, Cervantes o Calderón.
Luis Melero
Luis Melero