Los mandamases y mandamasas quieren echar abajo los chiringuitos. Los merenderos de la costa de Málaga, una tradición de casi tres mil años, los echarán abajo y nos quedaremos sin ese milagro culinario de los espetones de sardinas.
A los pobres no nos quedará ni ese placer ancestral de plata chamuscada con sabor a mar y a amar.
Pero, eso sí, los palacetes de Patrimonio Nacional no pueden ser derribados, se encuentren a la distancia que se encuentren de la orilla. Así sean lamidos por el vaivén de los rebalajes, los palacetes que usan las mandamasas y mandamases son intocables, tabúes, indestructibles. Que nadie toque ni las rejas de los palacetes donde descansan la inoperancia y la incapacidad de quienes nos están convirtiendo en un país de pobres.
A los pobres no nos quedará ni ese placer ancestral de plata chamuscada con sabor a mar y a amar.
Pero, eso sí, los palacetes de Patrimonio Nacional no pueden ser derribados, se encuentren a la distancia que se encuentren de la orilla. Así sean lamidos por el vaivén de los rebalajes, los palacetes que usan las mandamasas y mandamases son intocables, tabúes, indestructibles. Que nadie toque ni las rejas de los palacetes donde descansan la inoperancia y la incapacidad de quienes nos están convirtiendo en un país de pobres.