jueves, 27 de octubre de 2011

SEVILLA NOS HA SACADO DEL PROYECTO EUROPEO DE CORREDOR MEDITERRÁNEDO.

MÁLAGA NO ES LA ANDALUCÍA SEVILLANA

Por mucho que el ayuntamiento se empeñe, por muchos esfuerzos y dineros que dedique a la idea, la Capitalidad Cultural Europea pasará como el rayo del sol por el cristal, sin tocarnos. El jefe del gobierno y el ministro de asuntos exteriores ya se pronunciaron por Córdoba. Y si alguien cree que la gobernación de la Andalucía sevillana es autónoma de veras y va a colaborar, o tenga otras ilusiones relacionadas con el progreso de Málaga, comprobará que son vanas. Imaginen ustedes que Málaga, ya que la Junta no le consiente construir un puerto deportivo en el Arraijanal, decidiera celebrar ahí una gran exposición universal. ¿Creen ustedes que la Junta nos lo permitiría? Imaginen ustedes que Málaga quisiera celebrar unos campeonatos mundiales de atletismo o unas Olimpiadas. ¿Creen ustedes que la Junta nos lo permitiría? Imaginen ustedes que Málaga se propusiera convertirse de verdad en la base de los deportes acuáticos, vela, cruceros y demás de esta parte del Mediterráneo que se llama Alborán. ¿Creen ustedes que la Junta lo permitiría? Por razones de su propia capacidad de ser y sentir, Málaga no debió sumarse nunca al proyecto sevillano de 1978, porque ello ha supuesto el abandono de toda ambición y el sometimiento al narcisismo excluyente y salvaje de los sevillanos. Y no debimos rendirnos a las ambiciones sevillanas solamente por nuestras propias capacidades, personalidad y entendimientos, sino por los todos los de la vertiente Sur Penibética, A la hora de redactar el aberrante e innecesario nuevo estatuto andaluz, se pensó en definir la región como las tierras que baña el Guadalquivir. Lo que excluye a Málaga, evidentemente y nunca debemos olvidarlo. Si usted es curioso y observa las capitales andaluzas que rodean a Málaga, verá que no hay gran parecido. Ciudades morunas e intrincadas donde la grandilocuencia verborreica y la retórica sustituyen frecuentemente a la razón. En comparación con ellas, Málaga es más bizantina, tanto por fisonomía como por carácter. Los parecidos con Málaga hay que buscarlos en otra parte, en el Sureste. Almería, Alicante y, sobre todo, Murcia. No hay en España provincia y ciudad más parecida a Málaga que Murcia. En un paseo lleno de jacarandas, usted sentirá que está en Málaga estando en Murcia. En una juerga flamenca, le pasará igual: los palos flamencos de Murcia son iguales que los malagueños y, como estos, muy distintos de los gaditanos. En una placita recoleta con un ficus extremadamente corpulento, usted creerá que está en la Puerta de Buenaventura o en un sitio similar, estando en Murcia. ¿En qué ha beneficiado a Málaga el insoportable dominio sevillano?

EL SOJUZGAMIENTO DE MÁLAGA A SEVILLA AHOGA TODA POSIBILIDAD PARA LOS MALAGUEÑOS.
BAJO LA BOTA SEVILLANA JAMÁS PODREMOS CELEBRAR UNA FERIA INTERNACIONAL, LA CAPITALIDAD EUROPEA DE LA CULTURA NI UNO DE ESOS EVENTOS MUNDIALES QUE PONEN A LAS GRANDES URBES EN LOS MAPAS.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Luis Melero - Robo derechos del autor

lunes, 24 de octubre de 2011

AQUÍ TENÉIS EL COMIENZO DE MI MEJOR NOVELA.

Dada la estafa que me infligió ROCA EDITORIAL sobre mis cuatro últimas novelas publicadas (totalizando 120.00 euros de estafa), los últimos cuatro años no me he fiado de ninguna editorial como para seguir publicando.
Pero tengo muchísima obra terminada e inédita. Les ofrezco aquí el comienzo de la que considero mi novela más “redonda”, en la que he vuelto a trabajar últimamente.

CIEGO
Primera parte

El día que Carlos Alfaro decidió quedarse ciego, dio por resuelta la duda.
Había titubeado hasta la agonía durante cinco meses. Temía tanto no hacer nada como decidirse de una vez. Si no actuaba, los obstáculos que lo cercaban llegarían a ser insuperables y el miedo anularía para siempre su capacidad de rebelión; también le aterrorizaba actuar, pero al menos conseguiría sentirse poderoso. Si lo hacía por fin, si llegaba a ejercitar la única facultad que dominaba todavía, podría mirar de nuevo dentro de sí con el orgullo recuperado, porque volvería a considerarse plenamente hombre aunque hubiera inutilizado el más importante de sus sentidos.
Tenía delante uno de los paisajes urbanos más hermosos que conocía, el que se abría en Madrid al bajar la suave cuesta de la calle de Alcalá descendente hacia la Cibeles, donde, enmarcada entre las siluetas del Banco Central y el Banco de España, resplandecía la plaza con el edificio de Correos y el Palacio de Linares, panorámica que remataba al fondo la Puerta de Alcalá embrujada por el contraluz del sol a esa hora de la mañana.
Forzado por sus errores, por su fracaso y por la imposibilidad de seguir adelante, iba a negarse a sí mismo todo ese esplendor dentro de muy poco, en cuanto encontrase los medios. Sintió un mareo, como si las entrañas pretendieran fugarse de su cuerpo. No se trataba de pánico por la decisión que había tomado; el mareo, una especie de colapso de todas sus facultades, un cortocircuito de cuanto podía su mente crear, era por algo tan prosaico como el hambre de cinco días. Tuvo que apoyarse en el tronco de un árbol. No sabía si había cerrado los ojos o si ya se había producido espontáneamente la ceguera a causa del ayuno, pero sí advertía que más allá de sus pupilas sólo había oscuridad, una bruma densa teñida de púrpura. Le tomó largos minutos recuperarse. Tras pasar como un torbellino por esa bruma púrpura casi treinta años de risas y lágrimas, las piernas volvían a sostenerlo y de nuevo había claridad más allá de sus párpados. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue la palabra "Brasil", impresa en un cartel de propaganda de una modesta agencia de viajes, que estaba sujeto con cinta plástica al tronco del árbol. Como le pareció un sarcasmo, sonrió con amargura.

La salida de España treinta años antes, había sido i,premeditada. A punto de aprobar el primer curso de arquitectura, las algaradas estudiantiles de mayo de 1968 lo pillaron en el meollo de una manifestación que iba a terminar en Moncloa, pero que acabó en la propia Ciudad Universitaria, con numerosos heridos entre estudiantes y policías, muchos detenidos y un Carlos Alfaro fugitivo.
Carecía de convicciones políticas, pero se le atragantaban las cortapisas de su libertad de expresarse. Desconocía otro estilo de vida, pertenecía a una generación nacida bajo la dictadura carente de nociones de la vida en libertad, acostumbrada a obedecer sin rechistar, a encontrar natural la arbitrariedad de los designios del poder. Su rebeldía no la inspiraba una familia disidente ni una elaboración intelectual; era la intuición la que le sugería que tenía derecho a opinar y discrepar, conforme iban creciendo sus conocimientos y se volvía más permanente su desagrado por la pasividad que observaba alrededor.
Acudió a la manifestación asombrado de su osadía, con el ánimo de quien acude a una gira campestre. Los corros en los pasillos se formaron sin que nadie los convocase, y tenían aire de fiesta, como si los estudiantes acabaran de aprobar un examen y quisieran celebrarlo. Salieron al campus con la misma actitud con que festejaban el paso del ecuador, con las mismas caricaturas y humoradas escritas a mano en cajas de embalar desplegadas, con los mismos lemas resueltos en pareados y estribillos chistosos. Empujado por el entusiasmo de sus compañeros de facultad, su estatura descollante y su voz atronadora mientras coreaba las consignas le atrajeron la atención de Amancio Prados, que lideraba la protesta, y se encontró en la cabecera cuando el grupo alcanzó el punto donde la policía había formado la barrera.
-Aguanta, Carlos -le aconsejó Prados, que nunca hasta entonces le había dirigido la palabra a causa de su juventud, desentonante con la edad media del curso-. Los grises no van a atacarnos. Hay entre nosotros demasiados niños bien.
"Niño bien", hijo de padres acomodados y afectos al régimen franquista, cosa que Carlos no era. Primogénito de una familia que sobrevivía con apuros, había conseguido ingresar en la universidad gracias a una beca ganada de manera arrolladora, tras un bachillerato plagado de sobresalientes y en el que había llegado a aprobar dos cursos en uno. Se la otorgaron poco después de cumplir diecisiete años, caso que destacó el periódico albaceteño en una nota pequeña. Ahora, a veinte pasos de la formación policial, sabía que arriesgaba el porvenir, porque perdería la beca si su participación en los desórdenes llegaba a oídos del decano.
Vio en los ojos de un policía joven que la línea de uniformados iba a cargar contra los estudiantes. Ignoraba por qué fueron aquellos ojos los que atrajeron su atención, tal vez había en ellos un brillo de odio un poco más intenso que en los demás. Su mirada, esa mirada que treinta años más tarde se dispondría a velar para siempre, entabló un diálogo inconsciente con la del joven policía antes de verlo arremeter contra él blandiendo el fusil.
-Sal echando leches -oyó que le gritaba Amancio Prados.
Pero estaba paralizado por la mirada. El policía le había elegido a él como objetivo, sin duda. Iba a recibir en el rostro un golpe con la culata del arma, un golpe que lo derrumbaría en el suelo y al que seguirían muchos otros. No había peleado nunca con sus compañeros de juegos infantiles, carecía de experiencia para la lucha cuerpo a cuerpo. El instinto de supervivencia le permitió eludir la primera embestida. El joven policía trató de machacarle la cara con la culata y, perdido el equilibro por la finta de Carlos, estuvo a punto de caer al suelo. Ahora, el furor impreso en su rostro era mucho mayor. Se lanzó contra Carlos con expresión enajenada y el fusil dispuesto para chocar contra su vientre. Carlos encontró la agilidad necesaria para eludir otra vez la acometida y aprovechó el desconcierto y la nueva pérdida de equilibrio del policía para arrebatarle el fusil. Durante unos segundos que parecieron horas, Carlos Alfaro se preguntó qué hacer a continuación.
Un arma en sus manos, cuyo peso era inmenso. Nada en el transcurso de sus casi dieciocho años le dotaba de referentes para el uso de un arma. La modesta economía de su padre no era el marco apropiado para desarrollar la afición por la caza y, por lo tanto, nunca había tenido cerca una escopeta ni nada semejante. Jamás había cogido un fusil, ignoraba cómo funcionaba, ni siquiera tenía una idea aproximada de su potencia letal. Sintió pavor. Todo se desarrollaba como en una película a cámara lenta. La fiesta había pasado de la comedia al drama, los estudiantes corrían entre gritos ensordecedores, los policías gritaban también. Había cuerpos caídos en el pavimento, muchos estudiantes y algún uniformado. Sonaban disparos que sobresalían del estruendo de las voces. Más allá del policía, Carlos vio la sangre que brotaba del hombro izquierdo de Amancio Prados, caído en el suelo y retorciéndose de dolor mientras su voz y su mirada como un alarido le pedían a él, expresamente a él, que lo sustituyese en el liderazgo, que se convirtiera en adalid de los estudiantes desarmados contra la sinrazón de un grupo armado dispuesto a masacrarlos. El alud de odio que lo envolvía forzó la voluntad de sus manos, fue el odio que densificaba el aire lo que movió hasta la horizontal el fusil en el momento que el policía casi tan joven como él se lanzaba a recuperarlo. En estado de trance, sintió que el cañón detenía la embestida y la detonación reventaba la tela del uniforme, se hundía en la carne y abría otra fuente roja, más roja que el hombro ensangrentado de Amancio Prados, que le gritó desde el suelo:
-Vete, Carlos. Lo has matado, te van a linchar. ¡Huye!
Como si el acero estuviera al rojo vivo, tiró el fusil y abandonó a trompicones el pequeño parque, deambuló por la calle Princesa y la Gran Vía aplanado por el terror, recorrió varias veces la calle Mayor con un vendaval en la cabeza, jadeó cuesta abajo en Lavapiés como si subiera las cumbres de Sierra Nevada y cuando, muchas horas más tarde, reunió ánimos para volver a la pensión, entró subrepticiamente y se encerró en el dormitorio intentando librarse de la parálisis del pensamiento, absorto en el momento, sin duda inminente, en que sería encerrado en la cárcel acusado de asesinato.
El periódico de la mañana siguiente no mencionaba la muerte del policía. Dedicaba unas líneas a los "desórdenes organizados por el comunismo internacional" sin referirse en concreto a los del día anterior, pero la llegada de los dos inspectores que acudieron temprano a interrogar a los alumnos le convenció de que el policía había muerto y era sólo cuestión de horas que lo identificaran. Aconsejado por los compañeros, escapó de la facultad; tomó el tren para Albacete, le contó a su padre lo ocurrido y éste fue al banco, extrajo todos los ahorros que tenía en la libreta y esa noche volvió con él en taxi a Madrid. Su padre le dijo en el aeropuerto:
-Tienes un primo en Brasil -le entregó un papel con la dirección escrita-. Él te ayudará hasta que sepamos qué hacer.
Para abandonar España inmediatamente, sin dar tiempo a que comunicasen su nombre a los funcionarios de fronteras, no esperó el vuelo directo a Río de Janeiro que salía horas más tarde. Tomó uno que lo llevó a Bogotá, donde consiguió enlazar con otro que, en vez de a Río de Janeiro, se dirigía a Sao Paulo.


Se trataba del vuelo Los Ángeles-Ciudad de México-Bogotá-São Paulo de la compañía brasileña VARIG. Aturdido por el giro imprevisto de su vida y ansioso de evasión, Carlos se asombró de lo fácilmente que comprendía el portugués que hablaba la azafata, lleno de palabras españolas, y lo comentó con el hombre que viajaba a su lado, que le aclaró:
-Te parecen palabras españolas, pero todo lo ha dicho en portugués.
-¿Está seguro?
-Sí. Tengo elementos de juicio de sobra. Soy profesor de español en la universidad paulista.
-Pero... entonces, el portugués es casi igual. Sólo varía el acento.
-Casi. El acento brasileño es más fácil para un español que el de Portugal. Nosotros estamos rodeados de países que hablan español y hasta tenemos que dar en la universidad muchas clases con libros en español, porque la industria editorial en portugués no es muy fuerte. La influencia de tu idioma es muy intensa en mi país; toda la gente culta se maneja bien en español y nuestros cantantes graban con frecuencia canciones mexicanas, españolas o argentinas. De todos modos, las raíces del español y el portugués son casi las mismas; son idiomas mucho más semejantes entre sí que otras lenguas latinas, como el italiano o el francés.
-Eso es evidente -concordó Carlos-. Nunca había comprendido con tanta facilidad a gente que utilizara un idioma extranjero.
-Hablas un español muy bueno, y no sólo en comparación con los latinoamericanos. Sé de lo que hablo porque he estado tres veces en España. Me llamo Milton, ¿y tú?
-Carlos.
-¿A qué vas al Brasil, Carlos?
Éste examinó a su vecino de asiento. Tenía unos treinta y cinco años y aspecto distinguido. Su condición de profesor de español y las visitas a España eran datos para sospechar que simpatizaba con el régimen franquista. Todavía arrebatado por el estupor y el horror, creyó peligroso hacerle confidencias.
-A buscar trabajo -respondió.
-¿Tan joven?
-Mi familia tiene dificultades. Y, además, me atrae la aventura.
-Tú no tienes aspecto de aventurero ni de emigrante. Los españoles que viven en el Brasil son en su mayoría personas con menor dotación cultural que tú. Estoy seguro de que no te sería difícil abrirte camino en tu país.
-Es que... -Carlos se sentía cercado y tardó en responder, mientras forzaba la imaginación-, me he metido en un lío. Una chica dice que la he dejado embarazada, pero estoy seguro de que no fui yo. Ni siquiera lo hice con ella.
Milton sonrió.
-Eso sí tiene sentido. ¿Qué clase de trabajo crees que podrías hacer en el Brasil?
-No lo tengo claro. Estudio arquitectura.
-Entonces, sabrás dibujar y ese talento puede ser tu salida. Dibujar es una de las pocas cosas que se pueden hacer sin dominar la lengua del país donde trabajes. Yo asesoro a una empresa de publicidad muy importante de Sao Paulo, adaptando al español las campañas para países hispanos. Puedo hablarles de ti.
-Muchas gracias -dijo Carlos, animado por la posibilidad de no tener que pedir ayuda a su primo, y valerse por sí mismo.
-Pero te conviene conocer algunos trucos para aprender a desenvolverte en portugués cuanto antes. La sintaxis es prácticamente igual que la española, los verbos son casi los mismos y sólo difieren algunos tiempos. Casi todo el vocabulario es idéntico, con un porcentaje de excepciones que no llega al veinte por ciento. Para reconocer las palabras, fíjate en los matices o en algunas diferencias mínimas. Con frecuencia, la hache española se convierte en una efe en el portugués, la jota pasa a ser una elle, que se representa con lh, la eñe, tan española, se representa en portugués con nh, y muchas palabras que en español acaban en "ción", acaban en portugués con la sílaba "ção". que se pronuncia "saon" con la ene muy nasalizada.
Milton mantuvo durante el resto del viaje un tono igual de didáctico, con destellos de amabilidad que desconcertaban a Carlos, porque los únicos profesores de universidad que conocía eran los de la facultad de arquitectura, distantes y arrogantes, ante quienes se había sentido intimidado durante todo el curso. Contrariamente, el profesor sentado a su lado hacía que se sintiera cómodo y valorado, a pesar del recelo y el terror que le agarrotaba el aliento. Cuando llegaron a São Paulo, el brasileño se tomó la molestia de acompañarlo a buscar hospedaje.
-La rúa Aurora es la calle de las prostitutas -le advirtió-. Por eso, es más fácil que alguien te alquile una habitación barata, porque también aquí hay vecinos que no quieren tratos con ese mundo y tienen dificultades para alquilar a la gente decente.
La despedida de Milton produjo alivio a Carlos; acababa de solucionarle el problema del alojamiento y tal vez iba a proporcionarle el empleo para pagarlo, pero su amabilidad le desconcertaba. En cuanto se instaló en un cuarto modestamente amueblado pero muy grande, escribió una carta al primo Manuel; tenía que cubrirse las espaldas para el caso de que la desconfianza hacia Milton estuviese justificada y debiera recurrir a su pariente. Le costó dormir. Aparte del recuerdo del cráter rojo en el vientre del policía, nadie le había hablado de los trastornos físicos que causan los cambios horarios al atravesar el Atlántico, y achacó el insomnio a las trifulcas que las prostitutas organizaban en la calle. Cuando la dueña de la pensión le avisó de que lo llamaban por teléfono, notó por la luz, antes de mirar el reloj, que había dormitado hasta media mañana.
-¿Carlos? Soy Milton. He hablado ya con la empresa de publicidad. Puedes ir esta tarde a visitarlos. Anota la dirección. Una advertencia: no digas que sabes dibujar un poco, sino que sabes dibujar, y punto. En el Brasil se valora mucho la osadía y no nos gusta la gente que parece poco segura de sí.
-Muchas gracias, Milton. No sé qué decir...
-No tiene importancia. Eres demasiado joven; en el avión, te noté desorientado y creo que puedes correr ciertos riesgos en mi país si no organizas en seguida tu vida. Aunque de momento no te conviene tratar con españoles, porque te será más fácil aprender el portugués si te fuerzas a hablarlo a todas horas, tengo dos buenos amigos en el Centro Republicano Español que te agradará conocer. Te los voy a presentar, pero eso será más adelante.
En el avión, había temido que Milton fuese simpatizante de Franco y que ello lo pusiera en peligro. Había matado a un policía franquista, lo que le obligaba a mantenerse en guardia. Ahora, el brasileño le hablaba de algo igual de temible. Imaginaba un "centro republicano español" como un lugar lleno de conspiradores al margen de la ley. Decidió que no lo visitaría cuando Milton se lo propusiera.
Pasó unos días desorientado. Sus sentidos se negaban a asimilar que habían sido transplantados de repente a otro continente, a otro hemisferio; salía temprano con el deseo de desayunar porras madrileñas antes de comprender que estaban fuera de su alcance; echaba de menos la comodidad y la rapidez del metro cuando sudaba en un autobús empantanado en el delirante tráfico paulista; se le saltaban las lágrimas ante un pequeño estanque del parque de Ibirapuera cuando todo su cuerpo le apremiaba a asomarse al lago de El Retiro. Estaba comenzando a dominarle la añoranza de sus raíces que llegaría a ser lacerante durante su permanencia en Brasil, pero todavía no sabía que ese dolor era nostalgia; creía que se trataba de simple desconcierto sumado al horror de haber asesinado, para lo que encontró provisional alivio con el dibujo, porque una semana más tarde comenzó a trabajar en el estudio de arte de la compañía de publicidad, asombrado por el reconocimiento de su habilidad artística, por el respeto con que lo trataban y, sobre todo, por el sueldo. No comprendía que le pagasen por hacer algo con lo que disfrutaba tanto. El empeño de contactar con el primo Manuel dejó de ser cuestión de supervivencia para convertirse en un simple deseo de satisfacer la curiosidad de conocerlo. Pero no respondía sus cartas; aunque le escribió cada dos meses, nunca recibió contestación, mientras crecía la necesidad de reencontrar, a través de su pariente, las raíces y claves que se le vedaban.






1-2
Madrid era un laberinto inextricable. El antiguo casticismo de zarzuela había dado paso a una extraña amalgama multicultural, donde lo hispanoamericano destacaba de modo notorio. Las cavas estaban animadas en su mayoría por cantantes mediocres de Hispanoamérica, que eran indebidamente festejados por sus interpretaciones de “Alfonsina y el mar” o “Baja la barrera”. Casi nadie se daba cuenta de que aplaudían, en realidad, el encuentro con modos distintos de entender las libertades políticas, donde la escasez de facultades cantoras no era tomada en consideración.
Cada vez que entraba en una de tales cavas, alerta al menor síntoma de que los camareros se dispusieran a expulsarle, Carlos Alfaro se preguntaba por qué no cantaban las maravillosas canciones brasileñas escritas por Dolores Durán., como “La noche de mi amor”. Cuando las preguntas se convertían en enigmas insolubles, solía sentir el impulso de alejarse hacia la Casa de Campo.
Las del Edificio España y la Torre de Madrid eran siluetas sólo presentida por algunas de sus ventanas iluminadas y el resto del horizonte de Madrid vivía en un lugar impreciso entre el cielo y la tierra. Se recostó sobre la hierba sintiendo un vertiginoso dolor de cabeza, cuando notó que se acercaba alguien.
Vio desde abajo a un hombre extremadamente delgado que andaba muy, muy lentamente pero sin titubeos, como si conociera a la perfección su rumbo y su meta. No había más que piel en sus mejillas hundidas, convertidas en simas bajo el acusado relieve de los pómulos; sobre éstos, los ojos, sin fuego ni hielo, miraban más allá de la materia, hacia una dimensión donde no existía ninguna clase de emociones, ni dolor ni amor, ni pasiones ni desengaños, ni ambición ni hostilidad. Estaba bien vestido, una camisa sin remiendos y recién planchada, un pantalón de doble pinza confeccionado con tejido fresco y suelto, y lustrosos zapatos bicolor de rejilla sin calcetines. Las mangas cortas descubrían unos brazos muy fibrosos, en los que se dibujaban todas las venas con nitidez. Carecía de edad.
-La mente es poderosa -dijo.
-Más de lo que generalmente se cree -respondió Carlos.
-Este paisaje es mejor alimento que un bocadillo de jamón; nutre todo lo que merece ser nutrido. No es necesario comer mucho si uno contempla vistas como ésta.
¿Ese hombre tan extraño era capaz de escudriñar en sus inquietudes, como Asdrúbal, aquel “pãe de santo” de Río de Janeiro, o hablaba de sus propias experiencias? Nada en el tipo, una especie inquietante de espectro, sugería otra cosa que una serenidad extraordinaria, como si hubiera conseguido la paz interior que muy pocos lograban y disfrutase un estadio donde el espíritu, y no la carne, fuera la única realidad tangible.
-Me llamo Santiago, ¿y tú?
-Carlos.
-Todos tendrían que practicar tai-chi, Carlos. Tú lo necesitas, sobra ardor en tus ojos y te falta paz. Desecha el coraje en tus determinaciones, prueba a no herirte con tu afán; elige vivir sin miedo. Nadie debería arrastrarse como las serpientes ni escapar como las ardillas; el vuelo majestuoso del gavilán es lo que tendrían que imitar todos, pero la inmensa mayoría de los humanos consideran una locura planear libres, sin cadenas ni sobresaltos.
La voz fluía sin altibajos ni estridencias, aterciopelada y suave como el rumor del agua en un remanso.
-¿Cuál es tu desgracia? -la pregunta fue formulada con un deje de simpatía solidaria.
Sin comprender lo que había abierto la espita, Carlos se encontró relatando un resumen de su vida y los detalles de los últimos cinco meses:
-Creía que encontraría trabajo en Madrid en seguida, porque fui hace tiempo un creativo de publicidad muy bueno, pero las circunstancias presentes desahucian a los hombres a los treinta y cinco años. Sea cual sea la persona, tenga el nivel profesional que tenga, aunque su talento sea excepcional, nos está vedado conseguir un empleo después de los treinta y cinco años. Cuando me convencí de que esa edad es el límite que nuestra sociedad le pone a la vida útil, como tengo cuarenta y ocho años y he pagado a la Seguridad Social lo suficiente como para financiar un negocio que me permitiría vivir bien el resto de mi vida, fui a pedir el subsidio de paro y la respuesta de esa institución fue tratarme como un delincuente que quisiera atracarles a mano armada, porque sólo coticé como trabajador autónomo, nunca por cuenta ajena... ¡Ser autónomo y tener iniciativa es un pecado imperdonable bajo el punto de vista de la Seguridad Social! He cometido también el pecado de no llevar residiendo en Madrid un año completo, y por ello no tengo derecho tampoco a una ayuda que la Comunidad da a los indigentes. Luego, me enteré de que Cáritas podía ayudarme a montar un negocio modesto; fui a solicitar su auxilio y dos santísimos varones, que me exigieron seis veces un striptease integral del alma, me han ayudado a subsistir con una limosna mensual, pero me han empujado a correr sin aliento por todo Madrid en busca de certificados y compromisos que todo el mundo se resiste a firmar y me han hecho perder cuatro meses, obligándome a gastos que no me puedo permitir en viajes, fotocopias y teléfono, y resulta que soy demasiado bueno para el nivel que Cáritas exige a quienes ayuda. Me han obligado a cambiar el proyecto en cuatro ocasiones, porque el sentido que ellos tienen de los plazos para ejercer la caridad daba pie a que perdiera cada uno de los locales en que basaba mi proyecto; y cada una de las veces, esos santos y desconfiados varones me han amputado dolorosamente partes esenciales de mi dignidad, sometiéndome suave y beatíficamente a vejaciones de las que nadie podría resurgir con la cabeza alta. Hace tiempo que no tengo salida y no quiero morir; me niego a morir hasta que no dé un abrazo que hierve en mi pecho. Ahora, no se me ocurre otra cosa que quedarme ciego para que me ayude la ONCE.
-Es muy buena idea.
-Sí, estoy seguro de que lo es.
-Entonces, ¿cuál es tu problema, por qué hay tanta angustia en tus ojos?
-No encuentro el medio de quedarme ciego sin sufrir otros daños que pudieran incapacitarme más todavía. Estoy convencido de que tiene que existir algún medicamento que, a determinadas dosis, cause la ceguera, pero he ido a la consulta médica a ver si lo averiguaba y no he conseguido que me lo digan.
-¡Pero si es la mar de sencillo, Carlos! Finge que has sido visitador médico, localiza los laboratorios que no estén de vacaciones en julio y ve a decirles que quieres trabajar como visitador. Como es natural, no van a considerar siquiera la posibilidad de emplearte a ti, que eres un anciano acabado y decrépito según los esquemas de ahora, pero aceptarán darte todos los folletos y documentos que les pidas, para que los dejes tranquilos, porque esa clase de gente es capaz de regalar a su madre para no verse comprometidos con nada ni tener que hacer el esfuerzo de decir que no. Siempre te despedirán dándote un montón de papeles, y en los folletos destinados a los médicos que los laboratorios imprimen relacionan con mucha precisión los efectos secundarios de las medicinas.
Había caído la noche. Disipada la calima, ahora el cielo estrellado, fulgurante por la lejanía de la iluminación pública, era un manto de esperanza extendido sobre el nuevo optimismo. Amaba a la calavera que acababa de abrirle el futuro; le dio un apretón de manos fuerte y prolongado, y se despidió con la promesa de encontrarse con él bajo el mismo árbol la tarde siguiente, pero Santiago murmuró una frase a la que Carlos, arrebatado por el gozo de la alegría renaciente, no prestó atención:
-Nunca me hallará dos veces la misma persona en el mismo punto del espacio.
Tener un proyecto concreto que llevar a cabo por la mañana, le impediría dormir. Revisó la extensa biblioteca de Jon Goico, pasando los dedos por los lomos que tenían escritos los nombres de todos los mitos del cine, y eligió la biografía de Andy Warhol porque estaba seguro de que debía de ser todo lo delirante y divertida que necesitaba su ánimo. Cuando se recostó en la cama, al apoyar el codo en la almohada y la mano en su mentón, adoptando una postura que le permitiera leer con comodidad, la rasposa barba le recordó que llevaba varios días sin afeitarse. Tenía algo más urgente que hacer que leer; debía reconstruir su dignidad aparente. Era necesario recortarse el pelo, afeitarse y bañarse a fondo por la mañana, pero para ello tenía que salir de nuevo ahora, llamar desde el teléfono de la plaza, porque el teléfono público era mucho más barato que el móvil, y darse una caminata de ida y vuelta si Jon le respondía que sí. Cuando regresara, tenía que trasquilar el deshilachado de los pantalones y la camisa, zurcirlos, y recoser los rotos de los zapatos.

sábado, 22 de octubre de 2011

DISCULPAD QUE, MOVIDO POR LAS PREGUNTAS QUE ME HACEN, PUBLIQUE DE NUEVO MI BIOGRAFÍA


Natural de Málaga, estudios de arte en Italia (Davide Ferrari, Milán) y creación publicitaria y comunicación en Sao Paulo y Nueva York.

Creación, dirección de arte y dirección creativa en agencias de Barcelona, Buenos Aires, São Paulo, Caracas, Nueva York y Madrid.

Numerosos viajes por Europa, América y África.

Articulista en el diario SUR, de Málaga, columna fija durante varios años.

Articulista y editorialista, cronista municipal con sección propia y reportero sobre fiestas, folclore, cultura y costumbrismo en El Diario de la Costa del Sol.

Director del semanario "Malagazín" del mismo periódico, donde realizaba también las funciones de entrevistador y comentarista político.

Articulista de cierre en el diario Málaga/Costa del Sol.

Durante dos temporadas fue comentarista, en clave de humor, de "Hoy por hoy, Costa del Sol", de SER.

Reportero sobre turismo y viajes para diferentes revistas, como Geo, Paisajes desde el tren, Playboy y Mercedes Benz

Reportero cultural y turístico en la emisora Málaga Televisión.

Guionista del programa “La Sonrisa del Pelícano”, de Pepe Navarro, en Antena 3.

Jefe de guión para la puesta en marcha del canal de Vía Digital Canal Campero.

Guionista de “Así es la Vida”, dirigido por Fernando Navarrete y presentado por Carlos Herrera, La Primera, TVE.

jueves, 20 de octubre de 2011

UNA DE LAS NOVELAS CUYOS DERECHOS ME ROBÓ ROCA EDITORIAL



Europa posee las grandes manifestaciones artísticas más antiguas producidas por seres humanos. Las cuevas de Altamira y Lascaux, en España y Francia, han sido llamadas con razón “Capillas Sixtinas prehistóricas” y fueron pintadas más de diez mil años antes de la construcción de las pirámides de Egipto. Los increíbles megalitos europeos como Menga en Málaga, Carnac en Francia, o Stonehenge en Inglaterra, son tal vez los monumentos más antiguos de la Humanidad, anteriores a las pirámides y los zigurats. La civilización celta, aunque posterior a los constructores de dólmenes y menhires, fue durante más de dos milenios una especie de Comunidad Europea desde Finlandia a España y desde Turquía a Irlanda, un fraternal reino de reinos que compartían signos, dioses, sentido de la vida y, probablemente, lengua. Una realidad continental que, pese a los afanes de Bruselas y Estrasburgo, todavía nos costará varias generaciones restaurar del todo. Esa civilización, amante de la Naturaleza y practicante ferviente de la armonía de los hombres con su medio, debió de alcanzar conocimientos muy profundos de física y química, y su cultura era lo bastante funcional como para que clanes muy distantes en el tiempo y el espacio la conservasen durante muchos siglos. Pero agonizó lentamente a lo largo de más de un milenio, bajo la presión de los invasores orientales (fenicios/cartagineses y griegos/persas) y el Imperio Romano. Finalmente, fue diluyéndose en el olvido en un continente a medias cristiano y a medias musulmán, cuyos practicantes más fervientes, en rara sintonía, perseguían y aplastaban toda manifestación de conocimiento que repugnase a quienes tan pocos conocimientos poseían. Como, según el tópico, la Historia la cuentan los vencedores, los europeos actuales apenas recordamos ni reconocemos nuestro verdadero origen cultural común, el celta, mucho más determinante que el fenicio, el griego o el latino en nuestros modos y maneras generales, y en el entendimiento paneuropeo de la vida. Tan grande es nuestro olvido, que la ciencia seria no emprende estudios profundos, a escala continental, que pudieran encontrar explicación al misterio de una civilización tan extensa y homogénea en épocas de tan difíciles comunicaciones, para restablecer un mínimo de nuestra memoria colectiva, deliberadamente eclipsada no se sabe bien por qué o por quién. Nadie explica de manera razonable, por ejemplo, la existencia de topónimos como GALicia, GALacia, GALia, y GALes, todos con significación celta comprobada, en lugares tan distantes como Turquía y Gran Bretaña. El espíritu celta y manifestaciones abrumadoras de su cultura y sentido de la vida han pervivido en las tradiciones, el folclore, la música, los rastros arquitectónicos y hermosos objetos de orfebrería. Y además, está impregnada de celtismo toda una tradición literaria que llega prácticamente hasta el presente. Sin pensar en su origen celta común, difícilmente se podría comprender el espíritu ecológico y de comunión con la Naturaleza que satura los relatos de los hermanos Grimm (alemanes), Giovanni Bocaccio (italiano), Hans Christian Andersen (danés), Charles Perrault (francés), Lewis Carroll (inglés) o Jonathan Swift (irlandés) e inclusive los fabulistas españoles Félix María Samaniego y Juan Eugenio Hartzenbusch. Sin considerar nuestros orígenes celtas, resultaría inimaginable el surgimiento en la Europa judeocristiana de ideas como las de Jean-Jacques Rousseau (suizo). Aceptamos como un dogma haber sido “civilizados” por Sumer y otras naciones orientales, como si lo que antes existía en el continente fuese tan sólo un hatajo de salvajes infrahumanos, bárbaros, brutos e incapaces de crear arte, belleza ni cultura, lo que es contradicho clamorosamente por los numerosos rastros, tan superficialmente investigados, que dejaron los celtas y que incluyen la que es probable que sea la más antigua forma de escritura alfabética, a pesar de que un tabú religioso les impedía escribir sus leyendas e historia, lo que es una de las causas de nuestro olvido. En esta cuestión tan crucial, la ciencia ha dejado en manos de desvaríos especulativos la investigación de algo que nos concierne a todos los europeos, un patrimonio comunitario que tenemos derecho a conocer con profundidad y sin frivolidades. Europa experimentó un tiempo en que los celtas manteníamos con la Naturaleza una alianza mutuamente provechosa. Entonces, el Edén estaba aquí. Con todo el espíritu celta de que he conseguido imbuirme en lugares que amo intensamente, narro a continuación una aventura que pudo suceder.

domingo, 16 de octubre de 2011

MÁLAGA TIENE UNA SOLA BANDERA


Aparte de la de España, Málaga tiene una sola bandera, con 500 años de antigüedad. Esta

sábado, 15 de octubre de 2011

ARACENA, SIERRA PATA NEGRA



Sensualidad y sensibilidad entre prados floridos, bosques,
dehesas, callejuelas con embrujo y castillos legendarios.


Una querida amiga venezolana, Tiqui Atencio, campeona de concursos de hípica y antaño reina rutilante de la jet-set caraqueña, no consentía que en sus saraos dejase de figurar el jabugo junto al caviar beluga, el salmón noruego y los huevos de codorniz. Aseguraba que "no existe en el mundo nada cuyo paladar pueda compararse ni remotamente con el jabugo". Hablaba con suficiente conocimiento de causa, porque Tiqui, emparentada con Eugenia de Montijo, es invitada habitual en las mesas más aristocráticas del planeta.
Un amigo holandés iba un poco más lejos en sus alabanzas; habiendo vivido toda la niñez en Asia -el continente de los sabores y los aromas arrebatadores-, decía que meterse en la boca una lonchita de jabugo era una de las experiencias más sensuales que había experimentado jamás en cualquier parte.
Cuando Elizabeth II de Inglaterra visitó España, nuestros Reyes, cuyo buen gusto se combina con el casticismo, mandaron poner ante su prima británica una fuente de jabugo magníficamente cortado. Dicen que a la señora de Windsor, tan flemática ella, los ojos le hacían chiribitas mientras lo saboreaba con deleite y aunque en aquel entonces no se nos permitía exportar productos de cerdo a la corte de San Jaime, Elizabeth, que para algo es reina, se llevó en la maleta dos jamones de Jabugo con tanta complacencia como si Drake le presentara dos cofres de doblones de oro sacados de un galeón español.

El paisaje donde la alquimia de la Naturaleza hace posible que las bellotas, corriendo por las asaduras del más denostado de los animales, acaben destilando este jamón de sabor hipnótico, no tiene más remedio que ser especial: Un reborde amable, no muy abrupto, casi femenino, en la esquina suroeste de la meseta, asomado a la cuenca del Guadalquivir, peineta airosa de terciopelo turquesa que se impregna de las brisas húmedas llegadas de las marismas y las playas onubenses, para condensarlas en encinares interminables, alcornocales de tonalidades mutantes, castañares umbríos y jarales vestidos de faralaes multicolores como para bailar en una feria.
Fuera de Andalucía, no muchos imaginan que la Sierra de Aracena sea una espesura arbórea tan rica entre tapices tan verdes; ni que pueda haber en el luminoso Sur bosques tan frondosos, cuyas penumbras favorecen la afloración de los hongos quizá más numerosos y sin duda menos explotados de la península; ni que el máximo santuario del cerdo ibérico, nuestro "sus mediterraneus", esté tan lleno de pastizales como Asturias o Cantabria. Ni que en la vorágine del trepidante siglo XXI español nos quede un rincón con tanto silencio, tanto sosiego, tanta calma para desdeñar los relojes y sustituirlos por los latidos de la tierra. Apartada de las grandes rutas peregrinas de las llanuras de Huelva, la provincia española con más romerías por kilómetro cuadrado, lejos de las extensiones sonrojadas de las fresas, a salvo de los bochinches turísticos, libre de autopistas estruendosas y de grandes metrópolis, la Sierra de Aracena es uno de los últimos reductos españoles de bucólica ruralidad, curiosamente combinada con un entendimiento culto de la diferencia, donde la gente, paciente pero más astuta que un lince, ha organizado una eficicaz economía agraria sumamente respetuosa con el paisaje, sin dejar por ello de vivir con todas las comodidades modernas en poblaciones que parecen pintadas para un telón de los hermanos Álvarez Quintero. Salpicada toda la sierra de treinta pueblos blancos, son menos cegadores que los de Málaga o Cádiz, porque la cal de sus paredes se alterna con el ladrillo visto y la piedra, en revueltas llenas de misterios y en recovecos donde viven toda clase de leyendas y donde el musgo escala altas verticalidades.

Una de tales leyendas asegura que el fortín que corona la capital de la sierra, Aracena, es un castillo templario. Pudiera ser, aunque tal vez no, quién sabe, pero lo indudable es la inmensidad de los paisajes tapizados de pasto que desde sus almenas se contemplan, como si el que puso la primera piedra hubiera necesitado ver hasta el más allá. Sea cual sea la realidad, algo esotérico tiene que haber en el origen de este castillo que ya existía antes de los moros, porque fue erigido en una cumbre bajo la que el agua, tenaz escultora de eternidades, ha tallado en los últimos millones de años una gruta que no en vano se denomina "de las Maravillas". Aunque los pruritos localistas tienden en todas partes a exagerar las bellezas del propio terruño con nombres desorbitados, en este caso el nombre está más que bien puesto: en los poco más de mil metros de recorrido que permiten visitar, hay que llevar la mirada reposada para poder asimilar tantas maravillas, tanta belleza refulgiente, tantas incrustaciones de apariencia diamantina en ramilletes que son como una blanca floristería petrificada, tantas ilusiones de lagos de cuentos de hadas donde, si nos empeñamos, veremos de reojo barcarolas llenas de traslúcidos seres alados bajo la varita mágica de Campanilla y el liderazgo de Peter Pan. La ciudad de Aracena, por sí sola, justificaría un viaje, porque al castillo con su iglesia de estilo gótico tardío y a su Gruta de las Maravillas, hay que sumar el luminoso y alegre pintoresquismo de sus calles y plazas, el interés del museo geológico y el de las esculturas expuestas al aire libre, sin olvidar una gastronomía tentadora basada en el cerdo y la miel.

El signo más notable de la inmutabilidad y la buena conservación de toda la Sierra de Aracena es la morfología de sus pueblos: casi todos ellos son como ciudadelas medievales, enroscadas las calles en torno a una fortaleza o a un castillo, o a una iglesia abacial, con ejemplos de veras espléndidos, como la propia Aracena, Cortegana, Santa Olalla del Cala o Aroche.
Abundan por todas lartes los monumentos románicos, islámicos, góticos, almohades, mudéjares, neoclásicos y barrocos. Naturalmente, es éste último el que se manifiesta con mayor frecuencia en las construcciones más populares, pero hasta pueden encontrarse restos romanos, incluyendo algunos mosaicos.
Como la sierra es, lógicamente, montuna, pero no vertiginosa, se puede viajar suave y plácidamente entre bosques y dehesas, entre colinas y prados, para descubrir a cada paso un pueblo nuevo, igual pero diferente a los ya conocidos, y recorrer en un día unos cuantos, porque tampoco hay un tráfico abrumador que sortear. En algunos, dan ganas de permanecer algo más que un suspiro, una tapita de jabugo y una fotografía, pero todo dependerá del tiempo de que se disponga, porque siempre queda mucho, muchísimo que ver. Para unas vacaciones largas, abundan los alojamientos llenos de sabor y se podrían programar circuitos de medio día en cada pueblo, sin olvidar las visitas temáticas a los secaderos de jamones y las tiendas de miel y jalea real. Para unas vacaciones medianas, recorriendo Zufre, Santa Olalla del Cala, Almonaster, Cortegana y Aracena es posible deducir una perspectiva bastante general de la sierra y su sociedad. Para unas vacaciones deportivas, hay varias rutas senderistas con diferentes grados de dificultad, pero todas igualmente atractivas. Para un fin de semana, Aracena y Jabugo podrían bastar y, será, desde luego, una grata experiencia de los sentidos.

jueves, 13 de octubre de 2011

PARA QUE SE RÍAN UN POCO

Son avisos parroquiales, reales todos ellos, que seguramente habrán sido hechos con toda la buena voluntad.

* Para cuantos entre Ustedes tienen hijos y no lo saben, tenemos en la parroquia una zona arreglada para niños.
* El próximo jueves, a las cinco de la tarde, se reunirá el grupo de las mamás. Cuantas señoras deseen entrar a formar parte de las mamás, por favor, pedir entrevista para que las atienda el párroco en su despacho.
* El grupo de recuperación de la confianza en sí mismos se reúne el jueves por la tarde, a las ocho. Por favor, para entrar usen la puerta trasera.
* El viernes, a las siete, los niños del Oratorio representarán la obra "Hamlet" de Shakespeare, en el salón de la iglesia. Se invita a toda la comunidad a tomar parte de esta tragedia.
* Estimadas señoras, ¡no se olviden de la venta de beneficencia! Es una buena ocasión para liberarse de aquellas cosas inútiles que estorban en casa. Traigan a sus maridos.
* Tema de la catequesis de hoy: "Jesús camina sobre las aguas". Catequesis de mañana: "En búsqueda de Jesús".
* El coro de los mayores de sesenta años se suspenderá durante todo el Verano, con agradecimiento por parte de toda la parroquia.
* Recuerden en la oración a todos aquellos que están cansados y desesperados de nuestra parroquia.
* El torneo de baloncesto de las parroquias continúa con el partido del próximo miércoles por la tarde. ¡Venid a aplaudirnos, trataremos de derrotar a Cristo Rey!
* El precio para participar en el cursillo sobre "oración y ayuno" incluye también las comidas.
* Por favor, pongan sus limosnas en el sobre, junto con los difuntos que deseen que recordemos.
* El párroco encenderá su vela en la del altar. El diácono encenderá la suya en la del párroco, y luego encenderá uno por uno a todos los fieles de la primera fila.

* El próximo martes por la noche habrá cena a base de porotos en el salón parroquial. A continuación tendrá lugar un concierto.
* Recuerden que el jueves empieza la catequesis para niños y niñas de ambos sexos.
* El mes de noviembre terminará con un responso cantado por todos los difuntos de la parroquia.

lunes, 10 de octubre de 2011

Estoy terminando nueva novela “CIEGO”

Ofrezco un adelanto de mi nueva novela “Ciego”, en la que cuento la transición española dese la perspectiva de un emigrante, al tiempo que describo meticulosamente los ritos de Umbanda brasileños



El día que Carlos Alfaro decidió quedarse ciego, dio por resuelta la duda.
Había titubeado hasta la agonía durante cinco meses. Temía tanto no hacer nada como decidirse de una vez. Si no actuaba, los obstáculos que lo cercaban llegarían a ser insuperables y el miedo anularía para siempre su capacidad de rebelión; también le aterrorizaba actuar, pero al menos conseguiría sentirse poderoso. Si lo hacía por fin, si llegaba a ejercitar la única facultad que dominaba todavía, podría mirar de nuevo dentro de sí con el orgullo recuperado, porque volvería a considerarse plenamente hombre aunque hubiera inutilizado el más importante de sus sentidos.
Esa mañana, había abandonado otra vez la cola del comedor de beneficiencia, espantado por la mugre y el abatimiento de las personas que le precedían. Luego, martirizado por los retortijones de su estómago vacío, se había sentado a llorar en un banco de la plaza de Benavente. El pudor y la contención de su carácter, tan proverbiales y destructivos en el pasado, no le bastaron para reprimir ese llanto con el que sentía que estaba haciendo el ridículo. Sabía que tenía la cara roja de vergüenza y aun así fluían las lágrimas por su rostro, incontenibles, atrayendo hacia él miradas que aumentaban el sonrojo, compasivas algunas pero molestas y reprobadoras las más.
Una anciana, al pasar, echó a sus pies una moneda de veinte duros. Carlos tardó unos segundos en comprender que se trataba de una limosna, y empleó unos pocos más en la lucha consigo mismo sobre si debía o no recoger el reluciente y tentador disco dorado, con el que podía pagarse un café con leche y, acaso, un pedazo de pan. Pero al ir a agacharse para recoger la moneda, cayó repentinamente sobre sus hombros el peso de su biografía y le dio un puntapié, con el que rodó hacia un alcorque. Pensó en el último de los regalos de Yolanda que había rechazado. ¿Cuántos millares de monedas como ésa habría pagado su ex esposa por aquel ostentoso diamante de dos kilates?
Echó a andar sin ver la plaza de Santa Ana ni la calle del Príncipe. Cruzó la hermosa y recoleta plaza de Canalejas con el semáforo en rojo, entre bocinazos e improperios que no oyó, porque no conseguía escuchar más que los lamentos de su alma y tenía los ojos irritados por el llanto; casi no veía, o no quería ver.
Cuando afirmó ante sí mismo la resolución irrevocable de convertirse en ciego, tenía delante uno de los paisajes urbanos más hermosos que conocía, el que se abre en Madrid al bajar la suave cuesta de la calle de Alcalá hacia la Cibeles, donde, enmarcada entre las siluetas del Banco Central y el Banco de España, resplandecía en aquellos instantes la plaza con el edificio de Correos y el Palacio de Linares, rematada al fondo por la Puerta de Alcalá embrujada por el contraluz del sol a esa hora de la mañana.
Empujado por sus errores y fracasos y por la imposibilidad de seguir adelante, iba a negarse a sí mismo ese esplendor dentro de muy poco, en cuanto reuniera valor y descubriera el medio más eficaz.
Sintió un mareo, como si las entrañas quisieran salir de su cuerpo. No se trataba de pánico por la decisión que había tomado; el mareo, una especie de colapso de sus facultades y un cortocircuito de cuanto podía crear su mente, era por algo tan prosaico como el hambre de cinco días. Tuvo que apoyarse en el tronco de un árbol. No sabía si había cerrado los ojos o si ya se había producido espontáneamente la ceguera a causa del ayuno, pero sí advertía que más allá de sus pupilas sólo había oscuridad, una bruma densa teñida de púrpura.
Y en ese púrpura sin contrastes ni matices, un torbellino turbio donde con los dolores y terrores presentes se mezclaba la memoria confusa de inquietantes ritos animistas del pasado, en los que la gente, casi todos mulatos aunque también había españoles y otros europeos, fingían o creían sinceramente que eran poseídos por espíritus irredentos. Bailaban una danza arrebatada por el alcohol y el humo de enormes cigarros puros y gritaban o gemían como si fuesen de verdad almas en pena en espera de redención. Y en el horror púrpura, densamente teñido de sangre seca, la sarta interminable de sus propias equivocaciones.
Le tomó muchos minutos recuperarse.
Poco a poco, después de pasar como un torbellido por esa bruma enrojecida casi treinta años de risas y lágrimas, las piernas volvían a sostenerlo y de nuevo había claridad más allá de sus párpados.
Al abrir los ojos, lo primero que vio fue la palabra "Brasil", impresa en un cartel de propaganda de una modesta agencia de viajes que estaba sujeto con cinta plástica al tronco del árbol. Como le pareció un sarcasmo, sonrió con amargura.

Umbanda - Danza y Misterio

domingo, 9 de octubre de 2011

El OCASO DE LOS DRUIDAS



Europa posee las grandes manifestaciones artísticas más antiguas producidas por seres humanos. Las cuevas de Altamira y Lascaux, en España y Francia, han sido llamadas con razón “Capillas Sixtinas prehistóricas” y fueron pintadas más de diez mil años antes de la construcción de las pirámides de Egipto. Los increíbles megalitos europeos como Menga en Málaga, Carnac en Francia, o Stonehenge en Inglaterra, son tal vez los monumentos más antiguos de la Humanidad, anteriores a las pirámides y los zigurats. La civilización celta, aunque posterior a los constructores de dólmenes y menhires, fue durante más de dos milenios una especie de Comunidad Europea desde Finlandia a España y desde Turquía a Irlanda, un fraternal reino de reinos que compartían signos, dioses, sentido de la vida y, probablemente, lengua. Una realidad continental que, pese a los afanes de Bruselas y Estrasburgo, todavía nos costará varias generaciones restaurar del todo. Esa civilización, amante de la Naturaleza y practicante ferviente de la armonía de los hombres con su medio, debió de alcanzar conocimientos muy profundos de física y química, y su cultura era lo bastante funcional como para que clanes muy distantes en el tiempo y el espacio la conservasen durante muchos siglos. Pero agonizó lentamente a lo largo de más de un milenio, bajo la presión de los invasores orientales (fenicios/cartagineses y griegos/persas) y el Imperio Romano. Finalmente, fue diluyéndose en el olvido en un continente a medias cristiano y a medias musulmán, cuyos practicantes más fervientes, en rara sintonía, perseguían y aplastaban toda manifestación de conocimiento que repugnase a quienes tan pocos conocimientos poseían. Como, según el tópico, la Historia la cuentan los vencedores, los europeos actuales apenas recordamos ni reconocemos nuestro verdadero origen cultural común, el celta, mucho más determinante que el fenicio, el griego o el latino en nuestros modos y maneras generales, y en el entendimiento paneuropeo de la vida. Tan grande es nuestro olvido, que la ciencia seria no emprende estudios profundos, a escala continental, que pudieran encontrar explicación al misterio de una civilización tan extensa y homogénea en épocas de tan difíciles comunicaciones, para restablecer un mínimo de nuestra memoria colectiva, deliberadamente eclipsada no se sabe bien por qué o por quién. Nadie explica de manera razonable, por ejemplo, la existencia de topónimos como GALicia, GALacia, GALia, y GALes, todos con significación celta comprobada, en lugares tan distantes como Turquía y Gran Bretaña. El espíritu celta y manifestaciones abrumadoras de su cultura y sentido de la vida han pervivido en las tradiciones, el folclore, la música, los rastros arquitectónicos y hermosos objetos de orfebrería. Y además, está impregnada de celtismo toda una tradición literaria que llega prácticamente hasta el presente. Sin pensar en su origen celta común, difícilmente se podría comprender el espíritu ecológico y de comunión con la Naturaleza que satura los relatos de los hermanos Grimm (alemanes), Giovanni Bocaccio (italiano), Hans Christian Andersen (danés), Charles Perrault (francés), Lewis Carroll (inglés) o Jonathan Swift (irlandés) e inclusive los fabulistas españoles Félix María Samaniego y Juan Eugenio Hartzenbusch. Sin considerar nuestros orígenes celtas, resultaría inimaginable el surgimiento en la Europa judeocristiana de ideas como las de Jean-Jacques Rousseau (suizo). Aceptamos como un dogma haber sido “civilizados” por Sumer y otras naciones orientales, como si lo que antes existía en el continente fuese tan sólo un hatajo de salvajes infrahumanos, bárbaros, brutos e incapaces de crear arte, belleza ni cultura, lo que es contradicho clamorosamente por los numerosos rastros, tan superficialmente investigados, que dejaron los celtas y que incluyen la que es probable que sea la más antigua forma de escritura alfabética, a pesar de que un tabú religioso les impedía escribir sus leyendas e historia, lo que es una de las causas de nuestro olvido. En esta cuestión tan crucial, la ciencia ha dejado en manos de desvaríos especulativos la investigación de algo que nos concierne a todos los europeos, un patrimonio comunitario que tenemos derecho a conocer con profundidad y sin frivolidades. Europa experimentó un tiempo en que los celtas manteníamos con la Naturaleza una alianza mutuamente provechosa. Entonces, el Edén estaba aquí. Con todo el espíritu celta de que he conseguido imbuirme en lugares que amo intensamente, narro a continuación una aventura que pudo suceder.

viernes, 7 de octubre de 2011

ANTE EL DRAMA DEL DESEMPLEO MALAGUEÑO, ¿QUÉ HACE LA DIPUTACIÓN, ADEMÁS DE POLIDEPORTIVOS?


Hace años que me pregunto si las diputaciones, concretamente la de Málaga, no podrían hacer algo más que surtir polideportivos. En una provincia con tan formidable caída del tono económico, y examinando sus propios periódicos distribuidos gratuitamente, creo que la DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE MÁLAGA debería realizar un generoso esfuerzo de movilización de iniciativas, SIN APENAS GASTO ECONÓMICO.

La economía más próspera de la Unión, Alemania, basa hasta el 25% de la producción industrial de algunos de sus landers en la ARTESANIA. En Málaga,.la artesanía no llega al 1% del P:I:B:Ya nadie hace pleitas, ni trabaja el esparto (lo importamos de Murcia) ni cestería, mi muebles de mimbre, ni practica la artesanía de la adelfa. TODA ARTESANÍA SE HA ABANDONADO EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA, LO QUE ES UN EXABRUPTO EN UNA DE LAS PROVINCIAS MÁS DESARROLLADAS TURÍSTICAMENTE. Aquí, lo que se vende a los turistas lo importamos de fuera, incluso del extranjero..

En esto es en lo que existe un inmenso campo de actuación para nuestra DIPUTACIÓN. Algo más dinámico y racional que SOPDE, que pone de3masiadas carreras de obstáculos. Mediante acuerdos con los ayuntamientos menores, podrían tratar de refundar las artesanías de PITA, CAÑA, ESPARTO, BARRO,.MIMBRE, ADELFA, TARACEA, MARQUETERÍA, EBANISTERÍA, TALLA, ETC. ETC.

LOS PUESTOS DE TRABAJO ARTESANALES SON INCOMPARABLEMENTE MÁS BARATOS DE CREAR QUE LOS INDUSTRIALES O LOS DE SERVICIOS. ACUERDOS CON LOS AYUNTAMIENTOS (UTILIZANDO CASA ABANDONADAS), GENERARÍAN MILLARES DE EMPLEOS

EL ABANDONO MALAGUEÑO.Aparte de la prepotencia y el narcicismo sevillano, ellos nos están pisoteando porque nosotros SE LO PERMITIMOS.

MÁLAGA LLEVA CINCUENTA AÑOS EN HUELGA DE BRAZOS CAÍDOS. Lo esperamos todo del turismo. No nos interesa nada más. Crear empleos artesanos es incomparablemente más barato que en cualquier otra actividad.

jueves, 6 de octubre de 2011

EL CUARTO SEGMENTO



En esta nvela, publicada hace más de diez años, cuento el drama espantoso de un niño pequeño torturado por su familia a causa de sus visos personales, su inteligencia superdotada y la sospecha de su homosexualidad.

Un niño que crece bajo traumas que mutilan todas sus posibilidades de realización personal, a excepción de un talento inmenso de actor. Después de penalidades casi indescriptibles, consigue triunfar clamorosamente en el teatro, pero a costa de una especie de castración psíquica ante el amor. Cuando, finalmente, logra vencer sus propias cortapisas y miedos, y llega el amor más inconmensurable que se le hubiera ocurrido ambicionar, le alcanzan también los demonios de la envidia y la traición. Incapaz de imaginar ya la vida en soledad, intentará obsesivamente suicidarse.

EL CUARTO SEGMENTO narra una crónica asombrosa de pasiones y traiciones, de victorias y tragedias, de amores y desamores, donde el cerco de los prejuicios sociales intenta con todas sus fuerzas prohibir, primero, y después, destruir el amor.

martes, 4 de octubre de 2011

MÁLAGA, PERSONALIDAD ARRASADA

HA TRABAJADO EL PSOE CON TANTO EMPEÑO POR LA MINIATURIZACIÓN DE MÁLAGA, MATERIALMENTE Y EN ESPÍRITU, QUE ESTAMOS CAYENDO EN ESPERPENTOS MUY DESAGRADABLES.

DOS MALAGUEÑOS INVENTARON LA COPLA CORAL.
Primero fue Miguel de Molina, en sus películas argentinas, con un Don Triquitraque convertido en santería cubana.
Segundo, y mucho más importante, Miguel de los Reyes impuso la moda de los coros aflamencados, con grandes éxitos como "Noches de España".

Sin embargo, en vez secundar el hallazgo de Reyes y hasta celebrar concursos de imitadores, los malagueños seguimos servilmente los ejemplos que la junta impone de "coros rocieros" y otras barbaridades.

Barbaridades semánticas, porque sería “Romero” no “Rociero” y barbaridades geofesteras, porque es un disparate “una peregrinación campesina” desde Málaga a Huelva.

sábado, 1 de octubre de 2011

CÁTAROS, LA LIBERTAD ANIQUILADA.

Por este libro, la EDITORIAL EL COBRE (a la que me recomendó Blanca Rosa Roca), me estafó también, ya desde la propia redacción del contrato. SE TRATA DE UN LIBRO QUE SE VENDIÓ A 49 EUROS, EN UNA EDICIÓN DE 100.000 EJEMPLARES, que vendió casi íntegra el Cículo deLectores. . Yo tendría que haber cobrado casi 500.000 euros, y esta señora, que se llama Miriam Tey (para estafar con mayor capacidad de convicción presumía siempre de haber sido Directora General de la Mujer), Reclamé al Círculo de Lectores, sin ningún resultado. Y la señora Tey me pagó sólo 4.000 euros, robándome 496.000.
Al parecer, todas las editoriales de Barcelona estafan también a los escritores en español, con la complacencia del parlamento, el gobierno, el ministro de comercio y la generalitat.


Cátaros, la libertad aniquilada.
El paso del tiempo no hace más que aumentar la fascinación que ejercen los cátaros sobre nuestras mentes descreídas y escépticas. Hasta no hace mucho tiempo, y principalmente durante el siglo XIX, esa fascinación se basaba en el misterio que envolvía a un supuesto tesoro escondido cuyo valor se creía fabuloso, opulento, desmesurado, aunque había también quien le atribuía importancia meramente simbólica pero de una naturaleza tal, que haría no sólo tambalear los cimientos de la doctrina cristiana, sino que anularía de raíz sus fundamentos dogmáticos. Creencia esta última basada en peripecias reales sumamente desconcertantes y rodeadas de sombras muy espesas, nunca despejadas por quienes debieran hacerlo en defensa de sus intereses pastorales. Tal es el caso del estrafalario cura Berenguer Saunière, quien habría encontrado importantes documentos cátaros durante unas obras en su pequeña parroquia de Rennes-le-Château, ocultos en un pilar del altar mayor, con los que se afirma que pudo extorsionar a la Iglesia romana durante el resto de su vida. Hasta el día del hallazgo Saunière era un presbítero tan pobre, que se veía obligado a pescar y cazar por los alrededores de su pueblo para poder comer modestamente. De que había extraños manuscritos en ese pilar no cabe ninguna duda, porque todavía en 1958 sobrevivían dos de los albañiles que fueron testigos del descubrimiento. Según los hechos objetivos, es incuestionable que, a continuación de tales obras, Berenguer Saunière amasó una fortuna impresionante, cuyo origen se ignora y nadie ha conseguido explicarlo de manera satisfactoria; fortuna que le permitió convertir su parroquia en uno de los más risibles monumentos al mal gusto de cuantos abundan por el mundo. Consagrada la iglesia a María Magdalena, su pila bautismal se sostiene sobre una monstruosa figura de Satanás y en el sardinel de la entrada hizo tallar Saunière la leyenda “Terribilis est locus iste” (Este lugar es terrible). Cualquier autoridad religiosa que sea preguntada por la fortuna, los dispendios para organizar fiestas cortesanas supuestamente “culturales”, las grotescas locuras decorativas y, sobre todo, el desconcertante consentimiento eclesiástico y la tolerancia jerárquica ante las extravagancias de este sacerdote decimonónico, escurrirá el bulto de un modo vergonzante. En la actualidad, y cuanto más riguroso va siendo el trabajo de los historiadores que investigan el fenómeno cátaro, nuestra fascinación por los llamados “hombres buenos” ha ido derivando del brillo de un oro improbable hacia el fulgor de conductas muy difíciles de comprender, que sin dejar de conmover los sentimientos e inclinarnos casi al llanto, nos causan más perplejidad que admiración.Sencillos, ascéticos y pobres de solemnidad, concitaron lealtades tan inquebrantables que, contempladas a la distancia de ocho siglos, resultan conmovedoras cuando uno supera el pasmo y la incredulidad. Los cátaros y quienes les amaban de manera heroica resistieron cien años frente a los poderes más despiadados y avasalladores de su época. No eran muchos, vivían con austeridad espartana, no amontonaban riquezas ni disponían de ejército, pero convulsionaron de tal modo el mundo de los siglos XII y XIII, que se alzaron contra ellos todas las tempestades y demonios del miedo y el terror. Los persiguieron, vituperaron, quemaron y masacraron, e inventaron las perversiones más inconcebibles para justificar la seña con que los persiguieron. Para ellos se abrió la caja de Pandora que representó la crudelísima frase “matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos”. En su contra, alcanzó la canonización Domingo de Guzmán con su Orden de Predicadores (dominicos). Contra ellos se celebraron concilios y se organizó la única cruzada que tuvo a Europa por escenario, y para exterminarlos inventó la Iglesia romana la Inquisición.
¿En qué consistía la fuerza verdadera de los cátaros?
¿Por qué les amaron tanto sus amigos?
¿Por qué inspiraban tanto pánico a sus enemigos?