POR FAVOR, NO COMPREN USTEDES MIS LIBROS.
La ley dePropiedad Intelectual nos deja a los escritoreds con el culo aL aire
El acoso, expolio, martirio y exterminio de los cátaros
fueron crímenes execrables contra la Humanidad.
¿Pedirán perdón algún día la Iglesia y el Estado Francés?
Als Catars, als martirs del pur amor créstian.
PREFACIO
Marzo de 1244.
Iba a vencer la extenuación, porque ya no le quedaban fuerzas ni para sostener el peso del zurrón con el cuño y el fragmento clave de pergamino. Apenas podía con el de su cuerpo, mortificado por el ayuno y el frío polar que señoreaba en el sinuoso valle. Más que valle, se trataba de una garganta que caracoleaba entre montañas sobrecogedoras como gigantes de leyenda, en cuyo rincón más empinado se encontraba el segundo y último de sus destinos.
Una vez encajada trabajosamente la losa para tapar el nicho donde había guardado el rollo de pergaminos, acababa de superar el penúltimo de los incontables peligros que el viaje había supuesto. Chupó la sangre del pulgar de su mano izquierda, que se había herido en el momento de desencajar el pesado rectángulo de piedra.
Al salir del convento donde la tarde anterior había simulado vocación de profesa, oteó río abajo con mirada sombría. Por fortuna, parecía haber cesado la persecución. Desde que hubo conseguido cruzar el puente de piedra sin ser descubierta y habiendo recorrido con grandes penalidades un desfiladero bajo la ventisca, hacía ya cuatro jornadas que no escuchaba el relincho de los caballos ni los aullidos de los perros, tan temibles como lobos hambrientos.
Bordeó la aldea que dormitaba al lado del convento, caminó una legua más y pasó de largo sin entrar en una hermosa villa; se mostraba acogedora con sus casas de piedra casi sepultadas en la nieve pero caldeadas por los fogones, cuyo humo brotaba incitador de las chimeneas. A pesar de que todos sus sentidos se lo exigían, se negó a sí misma golpear una de las puertas en solicitud de reposo y alimento, porque la negra silueta del campanario que dominaba el caserío le resultaba siniestra y amenazadora.
La meta final no podía quedar muy lejos, pero en esos instantes, bajo ráfagas de viento helado que laceraban su tez, no conseguía calcular cuántas horas de luz le quedaba al día ni si ese tiempo le bastaría para alcanzar su objetivo, ya que los crujidos de sus miembros le anunciaban que no vería otro amanecer.
Según iba volviéndose el bosque más espeso y tenebroso y la nieve más mullida, el silencio adquiría el vértigo del vacío sobre la Nada, donde hasta el restallar de una fusta sonaría atronador. Temía que, acaso, persistiera la persecución y que la gruesa alfombra de nieve borrara los sonidos, porque ni siquiera oía el rumor de sus pasos y hasta sus propios jadeos, casi estertores, parecían congelarse en sus labios, lo mismo que el sudor que se convertía en escarcha en su frente. En cada árbol blanqueado por la nieve y en cada matorral pardusco y agostado vivía una acechanza del Mal, una voz muda que le tentaba a rendirse, desfallecer, descansar por fin.
Sabiendo que no tardaría en morir, suplicó a las fuerzas del Bien que le permitieran vivir hasta que la preciosa carga fuese depositada en el lugar debido, a buen recaudo, igual que la anterior y la antecesora, y las que hubiera habido antes, cifra que no se le había revelado. Sí sabía que todas las señas se encontraban en lugares marcados de ese recóndito y remoto valle y, todas ellas cuadruplicadas, en otros tres parajes igual de ignotos, y que sólo un Puro sabría interpretar cada una de las claves para llegar a la precedente y, una a una, hasta el objetivo final que era, en realidad, el origen de todo, lo más valioso, el tesoro supremo de los Puros, el testimonio que desvelaba las mentiras y señalaba el camino de la Luz, lo que sostenía la verdad incontrovertible de la Fe.
Ahora que todos habían muerto, ahora que todo parecía acabado, iba a morir y moriría doblemente si no conseguía salvar el mensaje que podía abrir el entendimiento de un Puro de los tiempos por venir, para llegar a lo que representaba la única esperanza de la Humanidad, el valiosísimo secreto que los puros habían custodiado durante incontables generaciones, salvándolo a duras penas de los incesantes asaltos que el tirano de Roma ordenaba, con la ambición de destruirlo para negar a los hombres el conocimiento de la Verdad revelada.
El valle, del que tanto había oído desde la niñez, debía de ser muy hermoso en verano; también lo era ahora, pero la deslumbrante belleza blanca de la nieve bajo el toldo de nubes negras poseía el viso aterrador de un sudario. Su propio sudario. No temía la muerte; sería feliz cuando su corazón dejase de latir, porque su espíritu conocería por fin la Luz, pero habría preferido morir en la hoguera, junto a los demás.
En el silencio fantasmagórico del bosque, el aire congelado silbaba con los ecos de sus voces, gritando oraciones que sonaban como gemidos y lamentos que desgarraban el alma, por el terrible suplicio de ser quemados vivos. Doscientos quince, sabía el número de memoria porque los había tenido que contar muchas veces durante el sitio de Montsegur, cuando había que dividir las escuálidas raciones de alimento como si fueran gemas. Doscientos quince en la misma pira, la más monstruosa y despiadada pira que recordaban los tiempos, y había consumido el fuego asesino la última generación de Puros.
Dejó atrás las dos torres que tan exactamente le habían descrito, y subió el empinado repecho donde sus pasos se multiplicaban a causa de los resbalones en la nieve y por la extrema debilidad de sus piernas. Alcanzada una exigua meseta, identificó sin duda su objetivo, colgado un poco por encima, en un punto donde comenzaba el deslumbrante manto blanco de la cumbre iluminado por el sol de poniente.
Llegar podía costarle el último aliento, pero iba a conseguirlo
POR FAVOR, NO COMPREN USTEDES MIS LIBROS
La ley de propiedad intelectual es una mamarrachada inútil para los escritores.
Dado que dos editoras me han estafado en los últimos cinco años un total de 123.000 euros y se niegan a devolverme los contratos
les ruego que no compren ustedes mis libros, con lo que sólo benefician a dos estafadoras. La una, presuntuosa, se cree poderosa porque ostenta un apellido sonoro en la comunicación. La otra, conocida en Barcelona por sus estafas, se cree inmune y que sus delitos quedarán impunes porque fue un cargo público.
Diariamente, publicaré capítulos de las siguientes obras:
SABADOS: Cátaros, La libertad aniquilada.
DOMINGOS: Oro entre brumas
LUNES: La desbandá.
MARTES: Indianos
MIÉRCOLES: Los pergaminos cátaros
JUEVES: El ocaso de los druidas.
VIERNES: Después de la desbandá
Insisto en que NO compren ninguno de mis libros. Gracias