martes, 20 de abril de 2010

INDIANOS. -Rumbo a una incógnita-1


1-RUMBO A UNA INCÓGNITA
En todas las etapas y eras de la historia, los seres humanos hemos emigrado siempre, por múltiples motivos, y lo certifican los grandes movimientos civilizadores de que tenemos constancia. Celtas, hunos, turcos, mongoles, godos, gitanos, fenicios; muchos grandes pueblos del pasado emigraron bien por la ambición conquistadora de sus líderes o, sobre todo, por dificultades en el país de origen. Desde el primer grupo de homínidos que aseguran los paleontólogos que abandonaron África, probablemente por catastróficos cambios climatológicos, nunca se ha parado de emigrar.
Las poblaciones desplazadas más o menos involuntariamente son una lamentable constante en la historia; y en la de España de los últimos siglos en particular, se dan los casos judío y morisco. Los hebreos expulsados en 1492 llevaban casi dos milenios siendo españoles y por lo tanto cabe suponer la enormidad del sufrimiento de aquellas caravanas de niños, ancianos y mujeres que avistó Cristóbal Colón saliendo de Córdoba cuando se dirigía a Palos con sus capitulaciones de Santa Fe firmadas por los reyes, que, por cierto, vivían rodeados de judíos ennoblecidos que simulaban ser cristianos. El poderoso Luis de Santángel, tesorero real y amigo personal y muy íntimo de Fernando de Aragón, era un converso valenciano. La expulsión de otros españoles en 1613, los moriscos, fue sufrida no sólo por ellos, sino también y sobre todo por los que quedaron, que tenían muy escasa habilidad en su arte inmenso de la agricultura. Éstos son casos extremos, de expulsiones masivas, que también se dieron con comunidades completas e igual injusticia en otros muchos lugares de Europa y en distintas épocas, incluyendo el siglo XX. Pero la que aquí nos interesa en especial es la emigración individual en busca de fortuna.

Refiriéndose a la emigración asturiana, en un libro titulado “Asturias en la Emigración”, el autor Luciano Méndez Muslera explica los motivos que movían a sus paisanos que emigraban: imitación de los que habían triunfado, o lo fingían, la huida de los hidalgos segundones (fenómeno común a toda España; los segundones tenían que buscarse la vida, porque todo lo heredaban los primogénitos). También menciona una curiosa figura: unos “ganchos” agenciados por los armadores a fin de redondear sus negocios. Alude este autor a un motivo que fue recurrente en toda España a lo largo de los siglos, la evasión de la milicia.
Con el intento, acaso fallido, de una evidentísima abstracción de los ciclos verdaderos de la Historia, el autor Guillermo Scarfo afirma que la emigración vasca “no se debía a la falta de trabajo, ni a causa alguna física o económica, a diferencia de muchos levantinos que emigraban a causa de su miseria, y que muchos emigrantes vascos, santanderinos y asturianos suelen llevar pequeños capitales y una formación cultural adecuada"
Rosalía de Castro, nacida en el año 37 del XIX, el de la gran emigración, dedicó sentimiento y emoción dolorida en muchos poemas a la emigración gallega, según el autor Emilio González López. “En Follas Novas (1880) incluyó toda una parte, el quinto libro, a poetizar la triste situación de los emigrantes y de las familias que dejan su tierra, libro que tituló As viudas dos vivos e as viudas dos mortos (Las viudas de los vivos y las viudas de los muertos). En Follas Novas Rosalía contempla el éxodo de las gentes de Galicia que emigran para América. Con inmensa tristeza los ve ir, pensando que no hay nada más doloroso que dejar la propia tierra en busca de un porvenir incierto". En su libro En las orillas del Sar, vuelve a tratar el tema, pero contemplado ahora desde un punto de vista diferente. Ya no ve la poetisa la marcha de los emigrantes, sino que piensa en los que se han ido y están ya en América. Y Rosalía, entristecida por su larga ausencia de la tierra, los llama para que se reintegren a la patria amada. Esta llamada, que tiene el dolor de una madre que se dirige a sus hijos extraviados por el mundo, se expresa en una serie de poemas que recoge bajo el título de Volved…
Volved, que os aseguro
que al pie de cada arroyo y cada fuente
de linfa transparente
donde se reflejó vuestro semblante,
y en cada viejo muro
que os prestó sombra cuando niños erais
y jugabais inquietos
y que escuchó más tarde los secretos
del que ya adolescente
o mozo enamorado,
en el soto, en el monte y en el prado,
y dondequiera que un día os guió el pie ligero…,
yo os lo digo y os juro
que hay genios misteriosos
que os llaman tan sentidos y amorosos
y con tan hondo y dolorido acento,
que hacen más triste el suspirar del viento
cuando en las noches del invierno duro
de vuestro hogar, que entristeció el ausente,
discurren por los ámbitos medrosos,
y en las eras sollozan silenciosos.
Y van del monte al río
llenos de luto y siempre murmurando:
“¡Partieron…! ¿Hasta cuándo?
¡Qué soledad! ¿No volverán, Dios mío?
…que son lo más sentido y bello que se ha escrito en la poesía castellana sobre la emigración. (...) No es Rosalía quien llama a los emigrantes, sino toda Galicia: es toda la tierra, su viento, sus ríos y sus bosques que se han quedado abandonados por los que se fueron".

A pesar de que los poetas y a veces los políticos reclamaban a los emigrantes que volvieran, muchos autores han dedicado monografías a lamentar el maltrato que, mayoritariamente, ha venido dando nuestra literatura a los Indianos. Una injusticia absurda que seguramente la ha motivado en primer lugar la falta de reflexión, añadida a un culposo desconocimiento.
Mirando especialmente a Murcia, el autor José Ibáñez Martín dice que “la Literatura murciana ha cumplido este designio, y en sus obras podemos encontrar la aventura dramática del hombre obligado a desplazarse fuera del ámbito vital originario. Si elegimos como referencia el siglo XX, nos encontramos el testimonio de los arrastrados por la crisis de finales del XIX, y obligados, como el poeta Vicente Medina, a buscar el sustento en Argentina, o en Brasil, Francia y Barcelona, como los personajes de El otro lado del mundo, de Berta Serra. Otras migraciones como la causada por la Guerra Civil o por la búsqueda del bienestar económico en otras tierras quedan reflejadas en obras como Cancionero morisco, de Andrés Salom, los poemas de Julián Andúgar y Francisco Sánchez Bautista, así como en la novelística de José María Castillo-Navarro y José Luis Castillo-Puche”.
Desde una universidad estadounidense, y en un estudio sobre la literatura española, el autor José Ignacio Barrio Olano afirma que: “hay que precisar que las Indias no son, en realidad, un escenario típico de la novela picaresca. No hay, por lo menos en los siglos XVI y XVII, novelas picarescas españolas de ambiente americano y sólo son tres los pícaros literarios que eventualmente pasan a las Indias: Alonso mozo de muchos amos, el buscón Pablos y Lazarillo de Manzanares. Sin embargo, las Indias son una referencia constante en la picaresca, porque si no aparecen propiamente como un escenario, sí aparecen como una expectativa, como un rumbo conocidísimo en el que es más emblemática la vuelta que la ida y como una carrera a seguir. Es precisamente en "la carrera de las Indias" donde se forma el personaje del perulero o indiano que, una vez acumulada suficiente riqueza, regresa a España para vivir de las rentas. En ese momento histórico, el rumbo de las Indias es, como lo expresa Estebanillo González, "el camino de la codicia.” En la picaresca, la mentalidad mesiánica de Cristóbal Colón ha quedado por tanto reemplazada por una mentalidad lucrativa y mercantil: si el propósito más definitivo de Colón era transportar el oro y las riquezas americanas hasta Jerusalén para reconstituirla como ciudad escatológica y cumplir así las profecías de Isaías y de Esdras, un pícaro como Lazarillo de Manzanares dirá, por el contrario, lo siguiente: Mi intento... nunca fue vivir de asiento en éste o en otro lugar alguno de los de España, antes dar conmigo en las Indias, donde hombres bajos vienen de ordinario ricos, aunque vayan sin oficio, porque, llevando consigo el poderse aplicar a mercaderes de cosas bajas, nunca se vienen sin dineros. Para la mentalidad picaresca, las Indias se asemejan por tanto a la tierra fabulosa de Jauja o de Cucaña, donde el interesado puede, con un poco de maña, "lograr las cosas con poco trabajo o a costa ajena."

Nada más lejos de la realidad que la idea de que los emigrantes conseguían sin esfuerzo sus logros, impresión injusta que está bastante difundida, sobre todo entre quienes escriben sobre indianos. No sólo autores españoles han abordado la cuestión. El italiano Edmundo D’Amicis imitó a los de novelistas y poetas españoles que desgranaban sus nostalgias y penas por los emigrantes que no volvían y los que volvían incomprendidos. Además de Rosalía de Castro y Pío Baroja, han escrito sobre ellos Leopoldo Alas, Rafael Alberti, Juan Antonio Cabestani o el propio García Lorca, que los conoció y habló con ellos in situ, tanto en La Habana como en Buenos Aires.
Vituperados y maltratados con demasiada frecuencia por muchos ciudadanos de algunos de los países de acogida, que a pesar de necesitarlos tanto pasaban en seguida a criticarlos “porque venís a llevaros lo nuestro”. Y cuando volvían los indianos a España se encontraban prácticamente con la misma incomprensión, que en este caso amargaba mucho más.