sábado, 24 de abril de 2010

1er capítulo CATAROS, LA LIBERTAD ANIQUILADA

1000- 1100
Mani. El dualismo y el evangelio de San Juan.

Modernamente, hablamos de maniqueísmo para referirnos a personas extremistas u opiniones que no aceptan las medias tintas. El negro y el blanco sin matices ni grises intermedios. El bien y el mal puros, sin tibiezas.
Pero no siempre tenemos en cuenta de dónde viene el término. Maniqueísmo es una doctrina religiosa nacida en oriente cercano, igual que todos los sistemas de creencias que hoy día consideramos occidentales. Y es derivación de su fundador, Manes o Mani, como cristianismo lo es de Cristo o budismo de Buda.
En los albores del siglo XII pudo terminar la Edad Media. Habían pasado seis siglos desde que la Iglesia de Roma sustituyera al Imperio Romano como centinela del mundo, por la iniciativa de Constantino que, viendo que el hecho cristiano era un enemigo fortísimo del Imperio contra el que se habían estrellado varios de sus antecesores, tuvo la idea de someter el cristianismo cubriéndolo con la pátina de su poner. El cristianismo sustituyó a los demás ritos paganos adaptándose a ellos y adoptando casi todas sus apariencias como religión de estado de Constantino, incluido rituales, apariencias, virginidades, fechas festivas y demás. . Desde aquel truco, habían transcurrido más de seis siglos de dominio del fanatismo absoluto sobre la razón y En el XII Europa comenzaba a tomar conciencia de que la ignorancia y la cerrazón que habían posibilitado durante seiscientos años el brillo de Roma no eran un buen camino.
Aunque suelen escenificarse en épocas anteriores, es en esta etapa cuando sedimentan las leyendas en torno al tan controvertido e indefinible santo Grial, que tanta literatura fantástica ha producido y que sirvió de pretexto para aquellas grandes migraciones aventureras que fueron las cruzadas. Según la leyenda más difundida, José de Arimatea recogió la sangre de Cristo en el en el Gólgota, lugar donde se consideraba que fue crucificado Jesucristo; otra versión, en evangelios apócrifos, asegura que la sangre la recogió en el sepulcro. Estos evangelios también señalan que el local de la última cena era propiedad de José de Arimatea. Tras la resurrección de Jesús, Arimatea fue apresado, bajo la acusación de haber sustraído el cuerpo de su sepulcro. Se le encerró en una torre, donde recibió la visión de Jesús y la revelación del Misterio del que el Santo Grial era un símbolo. .La parte más chauvinista de la leyenda asegura que José de Arimatea se trasladó a las Islas Británicas, estableciéndose en la ciudad de Glastonbury, donde fundó la primera iglesia británica consagrada a la Virgen y a donde habría llevado el Santo Grial.
Simultáneamente con tanta actividad cultural del XII y aventuras hambrientas de saber, por toda Europa, incluidas las instituciones católicas, comenzó un fenómeno que en opinión de los historiadores debió liquidar la Edad Media. Como consecuencia de un desarrollo demográfico que no tenía antecedentes y un notable racionalismo agrícola, nació el interés por el conocimiento, se fundaron las escuelas catedralicias que dieron origen a las universidades, se produjo en España un avance científico imprevisto y por todos los rincones del continente la inteligencia dio pruebas de no resignarse a la mediocridad oscura de unos clérigos conscientes de su incapacidad y por ello celosos de todo brillo de la razón, que consideraban amenazante contra su poder cimentado sobre la mediocridad. Durante el siglo XII pudo acabar la Edad Media, pero allí estaba la curia romana para impedirlo y prolongar el oscurantismo. Acompañando las sinergias sociales, económicas y culturales, surgió por todas partes la necesidad de hacerse preguntas sobre los abusos, el dispendio y la crueldad de esa curia romana que protagonizaba ya durante seis siglos el mayor fraude social que registra nuestra Historia. Todas las catedrales, basílicas y grandes templos europeos se han edificado sobre el engaño de reliquias siempre falsas y siempre solemnemente refrendadas por el poder de Roma. Los cinco o seis prepucios de Jesús que existen en Europa nos hablan del fraude de modo clamoroso, pero ¿no es cómico que pudiéramos construir un edificio como el Empire State si juntásemos todos los fragmentos y astillas “auténticos” de la cruz de Jesucristo que la iglesia de Roma reconoce como verdaderos?
En el escenario de agitación cultural y resurgimiento de la razón del siglo XII, fue lógica la aparición de preguntas en la mente de las personas honestas. De manera simultánea y sin relación entre sí, se dio por todas partes el fenómeno: gente llena de fe y amor a Jesucristo reivindicaba un cristianismo primigenio, sencillo y honesto, y se preguntaban por la licitud de lo que veían: clérigos que con las bendiciones de Roma practicaban todos los pecados capitales, exhibían joyas, barraganas e hijos, batallaban entre sí y contra todos los demás para ser más y más poderosos, utilizaban el miedo/tabú que producía lo sagrado para enriquecerse mediante métodos tan innobles como las bulas. Casi al mismo tiempo que las personas honestas se hacían, airadas, esas preguntas, surgió en la mente de los clérigos la autodefensa: si cualquier desgraciado criticaba su desmesura, ambición y crueldades no tenían más remedios que eliminarlos. Claraval o Francisco de Asís deben ser incluidos en las categoría de contestatarios, aunque tuvieron suerte y acabaron en los altares en vez de en la hoguera.
En la agitación propia de los siglos XI y XII surgió una hermosa historia de amor, como la de Abelardo y Eloisa, y se había producido ya un intento de reforma de la corrupción romana mediante el gregorianismo, pero los poderes absolutos no cambian si no se les obliga y todo se mantuvo igual para terminar el siglo XII con el surgimiento del más monstruoso y perverso invento que registra nuestra Historia: la Inquisición.
Al oriente de Europa ya entonces se había producido el cisma que dio origen a la Iglesia Ortodoxa. Hay que recordar que Bizancio era producto de la división del Imperio Romano en dos partes. Por consiguiente, no podía someterse a la Iglesia católica, que no era más que el mantenimiento del poder cesarista e inventó su propio cristianismo, el ortodoxo. Pero si el lujo y el dispendio eran en Roma habituales Bizancio ha pasado a la historia como paradigma de la máxima ostentación del lujo. Todavía hoy, vemos que los naturales de los países que formaron parte de ese imperio gustan de llevar horteras y pesadísimas cadenas de oro al cuello y lucen en brazos y manos todo el oro que pueden. Entonces, en el siglo XII, esas aficiones debieron de poseer magnitudes que no podemos ni imaginar, pero da para suponer que los clérigos ortodoxos compartirían con sus compadres católicos, al menos, el gusto por la riqueza y el poder. Así no es de extrañar que aparecieran corrientes como los Bogomilos, entre otras.
Mucho antes, hacia el siglo III, había surgido en Persia un movimiento espiritualista que, aun aceptando muchos conceptos cristianos, se planteó una cuestión que debía de parecerles muy lógica: El Dios bueno, luminoso, provisor, no podía ser autor de los males del mundo. Éste, con sus crueldades y sufrimientos, tenía que haber sido creado por otro poder. El Dios bueno no estaba interesado por la materia, que era el universo sombrío y malvado creado por la fuerza oscura. Por lo tanto, la materia y cuanto conlleva es producto del mal y el único camino a Dios es el espiritual. Ocurría cuando San Agustín escribía y expresaba su fe. Este santo católico nació en noviembre del año 354, en Tagaste, que hoy se llama Souk-Ahras, ciudad de la antigua Numidia, la actual Argelia. Su madre era cristiana y su padre, pagano. Agustín se emparejó con una cartaginesa y en el año 372 nació Adeodatus, nombre que en latín significa regalo de Dios. En el año 373, Agustín se unió al dualismo de los maniqueos, muy extendido en aquellos momentos, fundado por Mani, que había nacido al sur de Babilonia (actual Irak). Mani había ido hasta la India, donde recibió la influencia del budismo. Bajo la protección del rey persa Shapur, que reinó gran parte del siglo III, predicó en todo el imperio y hasta envió misioneros al imperio romano.
Agustín permaneció entusiásticamente fiel al dualismo de Mani hasta más allá del año 380.

Como queda dicho, el que predicó el dualismo, Mani o Manes, dio lugar a lo que ahora denominamos “maniqueísmo”, que antes que a una perspectiva de los cosas define a una religión. Basándose en este principio dualista y espiritual, los maniqueos asimilaron como fundamental el más espiritualista de los evangelios, el de San Juan. Manes o Mani, nació hacia 216 en un ambiente familiar impregnado del gnosticismo que dominaba lo religioso desde Mesopotamia hasta el Mediterráneo. Sobre elementos tomados tanto del budismo como del cristianismo primigenio, el gnosticismo consideraba el mundo de lo material obra de un dios caído por oposición a la obra del verdadero Dios, interesado sólo en lo espiritual y la luz. Bajo la influencia persa de Zoroastro y educado en la comunidad judía de los elkasitas, Mani se consideraba a sí mismo el último de los grandes profetas bíblicos y creía en la importancia trascendental que la educación tiene para el espíritu.

Al brotar los deseos de pureza y sencillez de los siglos XI-XII, en el oriente de Europa hallaron que tanto San Juan como Mani expresaban una puridad más cercana al mensaje de Cristo, y así nacieron una serie de movimientos dualistas que fueron sustituyendo, a escala popular, el cristianismo oficial por todos los Balcanes y otras zonas. Tanto en Servia como en Bosnia y Bulgaria llegaron a ser mayoritarios y mientras retrocedían por todas partes las corrientes que imponían los popes ortodoxos por un lado y Roma por el otro, las masas asumían con entusiasmo esa nueva sencillez del mensaje evangélico.
Los cátaros, en cuanto que cristianos, apoyaban su creencia dualista en el Evangelio de San Juan. En este texto, el apóstol usa la palabra “Nihil” que puede interpretarse según la visión del lector como adverbio “nada” o sustantivo “la nada”. Tieniendo esas dos posibilidades presentes la tradución católica decía: “Todo ha sido hecho por Él, y sin Él nada se hizo”, mientras que los cátaros traducían “Todo ha sido hecho por Él y sin Él se hizo la nada”. Por consiguiente, para los puros el Bien es y está en Dios omnipotente. El Mal es el diable, “Nihil”(la nada), con éste se creó todo lo material y fenecible; su creación se originó en el caos y a él regresara.
De todo ello se deduce que los cátaros se consideraban a así mismos inequívocamente cristianos, pero se atribuían la características incompatible de ser herederos directos de los apóstoles. No por enemistad ni rivalidad, sino por convicción completamente sincera, consideraban al catolicismo obra de Natael, el demonio.
Como herederos directos de los apóstoles, ponían muchísimo empeño en la nueva sencillez del mensaje evangélico.
Pero ¿podían triunfar la razón, la inteligencia y la simplicidad frente al poder omnímodo de los clérigos?