viernes, 30 de julio de 2010

DESPUÉS DE LA DESBANDÁ. Capítulo XXII


XXII

Parecía que todo el interior de su cuerpo ardía, como consecuencia del apaleamiento de calle Beatas. El Chafarino no había dicho casi nada desde que Fali saliera en busca de Quini. Mejor así, porque las últimas semanas no paraba de nombrar a Mani, lo que al Templao le causaba enorme desazón y tenía el efecto de desalentarle de visitar más a menudo al redero, con quien tanto le gustaba hablar.
-Tienes una extraña facultad –dijo el anciano.
De nuevo iba a decirle algo sobre Mani. Otra vez peroraría acerca de lo mucho que lo necesitaba ahora, porque el Chafarino no sabía –ni pensaba contarle- lo que le había dicho la vieja de la Caleta.
-Yo no soy más un simplón. Gané el campeonato porque llevo nueve años eslomándome en los muelles. Sí, soy mu fuerte, pero ¿qué? Namás que un peazo de carne con ojos.
-A esto me refiero, Guaqui. Consigues que te quieran intensamente y hasta que te veneren, pero no sientes ningún respeto por ti mismo; no te valoras nada. Mira lo que hizo anoche este muchacho, Fali; se jugó la vida por ti, lo que –si lo piensas- no deja de ser extraordinario.
-Es que está enamorao de mí, ya le conté que es un poco sarasa -dijo el Templao con tono ligeramente despectivo.
-¿Y qué, Guaqui? ¿No te parece que se ha ganado de sobra tu respeto, con lo que se atrevió a hacer? Medita un poco y comprenderás que tuvo que realizar un esfuerzo de voluntad tremendo, para enfrentarse a los tres que trataban de matarte. Me dijiste que no tienes ninguna prueba de ese enamoramiento. ¿Se te ha sugerido de alguna manera? ¿Te ha tocado?
-No.
-Pues con esa prudencia y buen comportamiento, si fuera verdad lo que dices más valor tendría todavía el muchacho. Mani no es mariquita, y también se jugaría la vida por ti, como Fali. Tú mismo no has parado nunca de decírmelo. Además, las veces que fui a verte en el puerto, todos me hablaron maravillas de ti. Necesitas reconocer tus propios méritos y sacar provecho de tus capacidades.
Joaquín cerró los ojos, como si de ese modo pudiera escapar de la conversación. Las afirmaciones del Chafarino le causaban sonrojo. Pudiera ser que valiera un poco más de lo que creía, pero eso no le situaba a la altura de Mani; ¿con qué derecho podía perturbar su vida, pìdiéndole ayuda para encontrar a su hermana Inma? Y menos, después de lo que le había dicho doña Elena.
Aunque era un anochecer tibio de finales de agosto, no se oían las voces de los grupos de hombres que, antaño, bajaban a la playa para refrescarse antes de cenar. Hasta el ambiente de la playa era grisáceo y tristón, como todo en la ciudad. En cambio, escuchaba el ritmo acompasado del rebalaje como una canción antigua entonada por las hijas de Poseidón, del que ya no hablaba mucho el Chafarino. Antes de desencadenarse la guerra, no paraba de nombrar la furia del dios de la mar, diciendo que Málaga moriría en la playa. Tal vez, el anciano guardara ahora rencor a sus dioses imaginarios, que no habían impedido el incendio de su vivienda ni la masacre de la ciudad. El chamizo actual presentaba mayor solidez y coherencia, pero carecía de la gracia del antiguo; debían de haberlo construido los hijos del Chafarino o alguien por su encargo, pero el anterior se notaba en seguida que había sido ensamblado poco a poco, precaria y artesanalmente, por el propio redero ciego.
La puerta se abrió con violencia, entrando Quini como un ciclón.
-Salía pa cenar con unos amigos de mi mujer, cuando ha llegao el Fali y me lo ha contao. Pero ¡chiquillo!, ¿cómo te metes en camisa de once varas, con lo que estoy gastándome contigo? A ver, ¿qué tienes roto?
El Templao oyó con asombro nombrar a una “mujer” de la que no tenía noticia.
-El Chafarino dice que ná.
-Tendría que verte un médico, pero… joé, Guaqui, ¿no sabes de más lo que pasa en Málaga? No me atrevo a traerte un médico, que a ver lo que podría largar.
-No importa; Fali y Omar me cuidarán.
-De eso, ná. Ya estoy más que retrasao pa la cena, pero voy a corriendo en busca del Tetúo. Hay que ver, hay que ver… con lo que vengo insistiendo con tó quisque en traerme el campeonato de Europa a Málaga. Tendré que hacerme un poco el longui, hasta ver cómo te recuperas. Me voy a toa pastilla; Fali, vente conmigo.
-Vaya, otro con complejos de grandeza –comentó el Chafarino al irse Quini.

Joaquín sonrió. En efecto, Quini venía dándose aires de gran autoridad progresivamente; y según los comentarios, se codeaba íntimamente con los mandos falangistas, los sindicales y las autoridades de Málaga.
-Cualquier día se descubrirá el pastel –insistió el Chafarino.
-¿Qué pastel?
-Vamos, Guaqui. ¿Es que no te das cuenta? Tú mismo me contaste que Quini estaba en la cárcel cuando llegaron los italianos, y a los cinco días lo viste guiando un coche de lujo. Nadie se hace rico tan de repente, si no mete la mano donde no debe.
Sin recordar que era ciego, el Templao escondió la cara para reír.
Una semana más tarde, apenas sentía dolor y todas las heridas habían cicatrizado. A diario, llegaba el Tetúo a las siete de la mañana; lo desnudaba para masajearle a fondo todo el cuerpo, comentaba “estás queándote mu delgaíllo” y a continuación, lo aseaba con una toalla y un cubo de agua, que Omar había ido a buscar una hora antes en una fuente no demasiado lejana.
-Bueno, me voy, que se me va a hacer tarde pa abrir el gimnasio, porque el tranvía anda ca vez peor. ¿Por qué no te das un baño de mar?, pero con el Fali a tu lao.
-¿Crees que puedo?
-Claro, ya no tienes ninguna hería abierta. El baño se sentará mu bien, y mejor si luego te das un paseo por la orilla tó lo largo que puedas.
-No tengo bañador.
-¿Te has vuelto una monja? –ironizó el Tetúo.
-No te preocupes, Guaqui. Si lo dice el señor Enrique, me quedaré aquí y no iré a trabajar, porque me ha dicho que hablará con mi jefe –cuando Quini asintió, Fali continuó: -Tengo aquí mi bañador; yo me bañaré en calzoncillos. Te apretará mucho, pero cuando lo mojes no te molestará tanto.
-Sí –dijo el Tetúo-. Ve con él y que ande tó lo que puea. Guaqui, tengo que empezar a entrenarte de aquí a quince días, máximo, porque es casi seguro que pelees en enero el combate más importante de tu vida.
La recuperación resultaba asombrosa para el Chafarino, que la noche en que le llevaron al Templao creyó que estaba agonizando por la infinidad de contusiones que tocó en su piel. Había pasado una semana desde que el Tetúo comenzara el tratamiento, y Joaquín se movía ya con normalidad casi completa. Cada día dedicaba el entrenador menos tiempo al baño y el masaje.
-Fali –dijo Joaquín un día en cuanto el Tetúo se ausentó-, ¿has vuelto por allí?
-¿Por dónde?
-Las Beatas.
-¿Estás chalao?
-¿No puedes esperar a tener un plan? –intervino el Chacarino.
-Es que pasan los días, y a saber los disparates que piensa mi hermana. Ya le dije que no rige bien.
-Pues empieza por estudiar la estrategia y hablar con Mani, para que él use las influencias de esa señora de la Caleta. Creo que deberías escribir en un papel los pasos a seguir, para no olvidarlos y asegurarte de salir bien parado. No puedes volver allí y, sencillamente, forzar a Inma para que te siga; además de su negativa, tienes que contar con que la próxima vez no fallarán si intentan matarte. Ahora no consigo soñar el futuro, como tanto me pasaba antes de la guerra, porque no entiendo nada. Oigo la voz de Poseidón, pero sólo me dice que apague la vela por las noches, nada más. Creo que a él también le desconcierta que los poderosos de la Málaga actual manden fusilar a tanta gente inocente. Es verdad que antes de la guerra también moría muchísima gente inocente, por los desvaríos republicanos que produjeron tantos desmanes. Creo que lo fundamentalmente distinto ahora es que esos asesinatos se cometen de manera planificada. Las barbaridades que cometían los socialistas como Largo Caballero y los anarquistas en general, eran producto de su inconsciencia e incultura. Pero éstos son casi todos militares que han estudiado. Pobre Málaga.
-Necesito a mi Inma. No sólo porque es mi hermana y siempre la he adorao, sino porque es lo único que tengo. El Quini me quiere convertir en Campeón de Europa. ¿Pa qué, a quién le ofreceré el triunfo si lo consigo?
-Ya deberías tener una novia a quien dedicárselo.
-Estoy por una…
-Sí, Viky. Ya me hablaste de ella.
-Pero ahora sólo puedo pensar en mi hermana.
-Guaqui… Guaqui. Piénsalo bien. Intimar con Viky también podría ayudarte en la búsqueda de tu hermana.
Joaquín cerró los ojos, como si acabara de caer una montaña sobre su cabeza. Ya no dijo nada más. El Chafarino trajinaba en el poyo donde cocinaba, sin pronunciar ni una palabra, que es lo que hacía sin parar, habitualmente, cuando cocinaba. Por ello, sonó fuerte el momento cuando Fali llegó tras haber terminado su jornada de trabajo en la sastrería.
-Fali, ayúdame a vestirme –dijo el Templao.
-Pero… -opuso el Chafarino.
-Disculpe, Omar. No voy a cenar. Fali y yo tomaremos unas tapas por ahí. Voy a tratar de hablar con la Viky.
Durante el trayecto en tranvía hasta la Acera de la Marina permanecieron callados, el Templao cavilando y Fali tratando de controlar su pánico. Después de bajar del tranvía, se sentaron en el único café de lujo que había permanecido en pie. El Templao contempló la ropa de Fali y miró la hora:
-¿Habrá todavía alguien en la sastrería de tu jefe?
-Sí, claro. Él se queda siempre mucho rato trabajando.
-Toma –puso un fajo de dinero en la mano de Fali-. Dile que te venda la chaqueta más elegante y lujosa que tenga. Y un sombrero. Después, vuelve aquí a que yo vea si puedes ir a las Beatas sin que te reconozcan.
Dos horas más tarde, su plan se había cumplido a la perfección. Fali llegó acompañado de Viky, que primero sonrió alegremente y luego se acercó solícita.
-¿Todavía tienes cardenales del boxeo?
-No, son de otra pelea. ¿Te ha explicado Fali por qué te necesito?
-Un poco, pero no he comprendido ni una palabra.
-Bueno. Te necesito por muchas razones; sueño toas las noches contigo y no paro de correrme casi siempre. Pero ahora, tienes que ayudarme a encontrar a mi hermana.
-Es que no consigo hacerme una idea de quién puede ser.
El Templao trazó un minucioso retrato de Inma, el mar virginal de sus ojos verdes y a continuación, describió detalles pormenorizados de sus gestos, ademanes y comportamiento.
-Ah, claro –exclamó Viky-. Te refieres a la Rosario… Es otra de las muy caras. Oye, niño, antes de decirte nada, tienes que hacerme un juramento: Que no vas a mover ni un pelo que me pueda comprometer.
-Te lo juro por mi madre.
-Mira, niño, que me juego la vida…
-No te preocupes más; te necesito y no voy a hacer la cabroná de perjudicarte.
-Escúchame con atención, y no te inmutes. El señor Quini la ha quitado de en medio. Dicen que está en Barcelona.
-¡Qué dices!
Agarró la mano de Viky y le pasó el brazo a Fali por los hombros mientras decía:
-Vamos a alquilar un coche pa ir con el Chafarino, que se entere de esto.
Durante el viaje, la muchacha no paró de hablarle muy bajo al oído, mientras Joaquín movía constantemente la cabeza en ademanes de negación.

El relato de Viky le resultaba difícil de digerir. Según ella, Quini era el patrón de varios de los prostíbulos de calle Beatas y de casi todos los de calle Camas. Tenía una cohorte de secuaces y apadrinados, con redes y tentáculos en toda la ciudad, dedicados a producir dinero para él.
Cuando se lo contaron al redero ciego, éste asintió y proclamó:
-Por eso te dijo que no había muerto cinco días después de verla tú morir –el Chafarino presentaba un gesto descompuesto y muy alterado –Te vengo previniendo sobre Quini desde el principio. Quinqui es quinqui hasta que se muere. Tenía que dedicarse a la prostitución además del estraperlo.
-El estraperlo es lo de menos –afirmó Viky- Más bien es una pantalla. Pero no vayas a caer en el error de presentarle una reclamación por tu hermana, porque la perderías para siempre y a mí me caería la gorda, porque él me ha dicho muchas veces que estás por mí y sacaría conclusiones de que tú te enteres de lo que pasa. Habiendo lo que hay, te toca ser tunante y calculador. Aprovéchate haciéndole creer que te dejas manipular por él, saca todo lo que puedas del boxeo y, cuando consigas el poder que da el dinero, ve en busca de ella.
Viky le pareció de pronto una aliada del Chafarino. De golpe, lo que había sido deseo en el interior de Joaquín se convirtió en amor y sintió urgencia de ir a contárselo a Mani.
Como si oyera su pensamiento, el Chafarino dijo:
-Como Roma, todos tus caminos te llevan a Mani, Guaqui. Tira al mar tu orgullo y ve en su busca.
-No es el orgullo Omar… Hace unos días, estuve en su casa de La Caleta.
Relató la escena con Doña Elena, sintiendo punzadas en el pecho. Acabada la narración, el Chafarino meneó la cabeza antes de decir:
-Desde aquel día que entró aquí dando órdenes, el día que el hermano de Mani, Miguel, estuvo a punto morir, esa señora no ha sido santo de mi devoción. -Tras una larga pausa, añadió: -¿Cuántos años compartiste con Mani esa amistad tan filial?
-Unos cinco años.
-Pues eso te da derechos que esa señora no puede negarte. Espéralo a la vera de los barcos y abórdale. Él no te rechazará, créeme. Recuerdo claramente las descripciones que me hacía del cariño inmenso que te tiene. Eso no puede haberse esfumado de repente. Ve junto a él.
-Mira, niño, esto que te dice Omar es el evangelio. To el mundo sabe en Málaga que ese muchacho puede hacer por ti lo que necesites, porque es una de las personas más importantes de la ciudad; imagina, todos saben de sobra lo que fue, aquello del “vengador de los pobres”, y fíjate que nadie lo ha denunciado, y él sigue adelante, como si fuera una alteza real.
-Hay… -el Templao vaciló.
-¿Qué? –preguntó el Chafarino muy serio.
-Un problema, que habíamos dejado de lado. El hijo del barbero, que fue el violador de mi hermana y al que le arranqué un huevo. Lo he visto presumiendo por la calle con su traje de fascista. Ese tratará de meternos la ruina al Mani y a mí
-Huy –exclamó el Chafarino muy bajo, y se encogió un poco sobre si mismo; acababa de sonar la puerta porque alguien había entrado, y presintió quién era.
-¡Vaya! –exclamó Quini-. ¡Qué bien acompañao estás! ¿Te vas a casar con la Viky a pesar de lo putísima q ue es?
Viky escondió un gesto de extremo dolor, mientras Joaquín realizaba un supremo esfuerzo de contención para no caer sobre él.
-Po si vais a casaros –continuó Quini-, dejadlo pa febrero, porque en enero pelearás el campeonato de Europa aquí en Málaga. La política de nuestro caudillo, que Dios guarde, lo ha conseguío.