¿Puede pesar en el mundo una literatura como la española?
Al enterarme casi por casualidad de lo que ha estado pasando con mis libros y cómo se han lucrado con ellos –espléndidamente- personas que no soy yo, y tras dos años de angustia, sufrimientos y peregrinaciones, me asalta la pregunta de quién podrá vivir de sus libros en España.
Quien conozca la dedicación absorta que exigen la creación, fabulación y escritura de una novela, se asombrará de que su autor pueda escribir también una columna periodística todos los días (con la lectura multitudinaria de periódicos que exige), más algunos guiones de televisión y obras de teatro, o dirigir un instituto español en el extranjero,o presidir tribunales o presentar un programa diario en tv de cuatro horas de duración. La terrible realidad es que en España muy pocos autores pueden presumir y demostrar que cobran verdaderamente los derechos legales que acuerdan en contrato, y por tanto se ven obligados a ejercer la escritura literaria como si sólo fuese un frívolo “hobby”.
A quien me lo pregunte, le detallaré documentalmente en qué consisten las malvadas triquiñuelas.
Aunque parezca inmodesto decirlo, pocos pueden jactarse entre nosotros de tener once libros publicados y haber convertido en éxitos más de la mitad. Con cuatro novelas recientes que totalizan 14 ediciones, ninguna menor de 6.000 ejemplares. Con un premio literario y dos accésit incluidos. Quince años de trabajo intensivo que esperaba que me asegurasen la vejez pero que, en realidad, han hecho rica a dos “tranfulleras”, mientras yo me muero de hambre. Si con todos pasa igual, como me asegura el clamor que me llega de gente muy informada de los medios de información, la primera pregunta es: ¿pasará igual con todos esos nombres rimbombantes que ustedes pueden imaginar?
La segunda pregunta, de mucho mayor calado, es: ¿Puede volver a pesar –como en el Siglo de Oro- la literatura española en el mundo, si nuestras editoriales actúan todas igual que las dos que me han estafado a mí?
Es innegable que si un escritor no puede vivir confortablemente de su trabajo, no podrá dedicarse a él del modo que un creador debe hacerlo. Con el trato que recibimos los escritores españoles, nadie podría crear aquí “El señor de los anillos”, “Harry Potter” ni el malhadado código.
Si las editoriales esperan que sus autores atiendan cátedras, bufetes, despachos o televisiones durante el día y sólo escriban de vez en cuando, de noche, en horas robadas al descanso, ¿qué clase de literatura podemos aspirar a tener?
¿Es éste el motivo de que no haya autores españoles en las listas de best-sellers mundiales ni en las carteleras de teatro?