jueves, 16 de febrero de 2012

En Málaga, sin rascacielos no habrá campo



Desatino a desatino, me encontré no hace demasiado tiempo notas de prensa en los periódicos digitales que reseñaban la presentación de firmas contra los rascacielos de Martiricos y La Isla que proyecta el nuevo Plan General de Málaga.
Siempre me ha causado mucha curiosidad la pregunta de quién organiza estas `espontáneas´ presentaciones de firmas. En este caso, y como uno conoce muy a fondo el percal, supongo que quien convoca y fomenta la recogida de firmas es el mismo, o los mismos que, entre galgos y culebras, amenazaban con encadenarse a los corralones del Bulto para que no
desapareciera aquel terrible, dolorosísimo y pernicioso mercado de la droga que era la calle López Pinto, sin cuya demolición nos habríamos perdido una Avenida de las Américas con vistas al mar.
El asunto viene de muy lejos.
Tuvimos en esta ciudad desmemoriada y carente de ambición un mandatario que se dejó influir por las furias desatinadas de los que no quieren rascacielos ni nada que caracterice a Málaga como la única clase de urbe que la Naturaleza y la Historia le permiten ser. La tesis era que Córdoba y Vitoria son dos ciudades magníficamente urbanizadas, muy agradables y `vivibles´, donde los rascacielos están prohibidos y desterrados. Ejemplos que eran citados con frecuencia como los ideales de ciudad en los que Málaga tenía que inspirarse.

Lo malo de los ideales utópicos es que son modelos cerrados, sin ductilidad ni ese don supremo de la inteligencia que es el análisis profundo y pragmático de la realidad. Ese modelo cerrado y vociferante, con recogidas de firmas organizadas por los mismos, nos trajo la fea insensatez urbanística que es Teatinos, donde se nos había prometido un parque de 105 hectáreas.
Ahora, encuentro en este periódico una nota donde, confundiendo lo público con lo privado, se quiere hacer parecer diabólica esa maravilla proyectada entre la avenida de Juan XXII, la de Europa y el futuro bulevar de Renfe.
Málaga no puede, en modo alguno, compararse con Córdoba ni Vitoria. Ninguna de esas dos ciudades alcanza la mitad de la población de Málaga y ambas ocupan extensas llanuras. Estepas donde nadie podría recolectar una cañaduz ni un aguacate. Ni Vitoria ni Córdoba son, como Málaga, ciudades desbocadas que llenan una estrecha faja de terreno deslizado ladera abajo desde montañas encrespadas.
Un día, hace años, en una tertulia que organizaba la Confederación de Empresarios en el Gallo de Indias, se lo vi demostrar a López Cohard. Cogió un paquete de cigarrillos y, poniéndolo acostado sobre la mesa, dijo: "Así es como se nos obliga a construir"; a continuación, lo puso de pie y dijo: "Así, la misma construcción, con los mismos metros cuadrados útiles, es mucho más barata (por la multiplicación de conducciones comunes) y ocupa la cuarta parte terreno. El resto del solar serían jardines y árboles".

¿Alguien ilustra con datos y planos a los que recogen firmas para oponerse a todo, con tal de que Málaga no vaya adelante?
¿Alguien les ha dicho que pretenden condenar a Málaga a retroceder a sus tiempos de aldea prehistórica, mientras las antiguas aldeas vecinas se convierten en grandes urbes?
¿Alguien les ha dicho que la mayor parte de los 380 kilómetros cuadrados del municipio de Málaga son monte intocable?
¿Alguien les ha enseñado que construyendo a base de cinco o seis plantas nos vamos a quedar sin Hoya del Guadalhorce en muy pocos años?
Cuando yo era niño, la Cruz de Humilladero era `las afueras´ y el Tiro de Pichón, un arrabal de extrarradio. Que nadie crea que hay una vida por delante. Sin rascacielos, en menos de una generación Málaga se quedará sin huertos ni cultivos de naranjos ni mangos, sin cañaduces ni chumberas.

Hace años que escribo una colección de cuentos que, cronológicamente, narran con febril imaginación una historia mítica de Málaga. No consigo editor para estos relatos largos o novelas cortas (según el gusto de cada cual), pero yo sigo, erre que erre. En relación con una Málaga sin rascacielos, tengo previsto un cuento futurista donde uno de mis descendientes se construye un apartamento en la `corona´ del Monte Coronado.
Sin rascacielos, de aquí a nada no tendremos campo.