jueves, 10 de noviembre de 2011

VENID, FOLIOS EN BLANCO



Sartre decía que “Incluso la Historia se puede modificar. Los historiadores lo hacen a diario”. Tristemente, los recursos extraescolares para enterarse de historia (literatura, cine, etc), nos enseñan a los españoles los avatares de Estados Unidos e Inglaterra y muy poco de los nuestros. Además, se nos habla de reyes e instituciones, y casi nada de la gente. Por ejemplo, de Enrique VIII sabemos que era un pichabrava, pero no sabemos casi nada del siglo XVI inglés.
Soy un novelista con once obras publicadas, casi todas muy fantasiosas. Podría dictar cursos de cómo abordar eficientemente la escritura, pero curiosamente, profesores de Historia me piden de vez en cuando charlas o artículos sobre esta asignatura. Supongo que se deberá a mis novelas “Cal viva” o “La desbandá”, que son dramas escenificados en dos hechos históricos catastróficos ocurridos en Málaga. Sobre esta última, pronuncié una charla en el Centro Generación del 27, en cuyo estrado me acompañaron varios profesores de la UMA. Una profesora me dijo que La desbandá “está muy documentado”.
La razón por la que escribí La desbanda es una especie de folletín. Nací en 1941, por lo que pertenezco a una generación de malagueños que creció oyendo hablar de los espantos de la desbandá de Málaga. En mi adolescencia, influido por el ambiente, llegué a creer que tales espantos eran exageraciones. Luego emigré a Hispanoamérica y dejé de acordarme de ello durante algunos años, pero viviendo en Venezuela (donde permanecí nueve años), iba con frecuencia a Nueva York, a veces por orden de mi empresa (publicidad) y otras por gusto. Cierta vez, fui porque un amigo de la NBC me invitó a un estreno de Anne Bancroft.

Equivoqué la fecha y llegué un día antes del estreno, cuando ya había visto repetidamente casi todos lo interesante de la ciudad; sin imaginar qué hacer, fui dando un paseo y me encontré a las puertas del New York Times; se me ocurrió visitar su hemeroteca, donde jugué un rato con aquellos microfilmes antiguos. Tuve la idea de buscar “Málaga” en el catálogo, y entre muchas otras cosas, encontré una crónica de mediados de febrero del 37. Hablaba de la desbandá de Málaga como “el más dramático éxodo de la historia de Europa” (todavía no había empezado la guerra mundial).

Lo que refería en conjunto la crónica era un espanto muy superior al que me habían transmitido de niño mis padres y vecinos. Volví a España pocos años más tarde, ya con la determinación de escribir algo sobre el caso. Apenas conocía la ciudad, no me acordaba del lenguaje popular y no encontré en las hemerotecas de Madrid ninguna referencia válida del caso. Así que vine a Málaga y me encerré durante seis meses en un archivo que había en el ayuntamiento (ahora está en la Alameda). Repasé uno por uno todos los ejemplares de La Unión Mercantil, entre mayo de 1934 y enero de 1936, justo unos días antes de producirse la desbanda. Por tanto, decidí explorar el terreno, acompañado por una amiga ajárquica para que ella hiciera las preguntas (y que no se me resistieran a mí por mi acento hispano), realicé muchísimos viajes hasta Maro-La Herradura-Motril, parándome en tabernas y bares para abordar a personas de cierta edad. Durante los años 81 y 82 realicé un total de 270 entrevistas grabadas, donde no sólo me contaban espantos horrendos, sino que me dejaban el acento vivo de su habla. Con gran sorpresa y desencanto, llegué a la conclusión de que los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil habían guardado silencio u ocultado la desbandá de Málaga, porque ambos bandos se avergüenzan de su culpabilidad. Los dos bandos fueron culpables.

Antes de ponerme a redactar, escribía lo que llaman en televisión “escaleta”, y yo lo denomino “esqueleto”. Desde de entonces, lo hago siempre ANTES de abordar la escritura de cualquier novela. Primero, investigación y recopilación de datos, segundo, plasmación de las secuencias de la fabulación en una escaleta-esqueleto y tercero, la escritura en sí. DE MODO QUE NUNCA TEMO EL FOLIO EN BLANCO, PORQUE CUANDO ME PONGO ANTE EL TECLADO SÉ LO QUE VOY A ESCRIBIR, Y ME IMPACIENTO PORQUE ME BULLE DEMASIADO LA CABEZA…HASTA QUE MIS MANOS ME PARECEN LENTAS.
Siempre que me preguntan “cómo escribir”, explico mi método del esqueleto, aprendido de manera empírica en la publicidad y sumamente eficaz.