En nuestra sociedad contemporánea, tener talento no suele estar bien visto.
Y tener mucho talento, es un pecado mortal. Es imposible que una persona
brillante consiga trabajo si lo tiene que decidir el jefecillo mediocre que lo
entrevista. Lo malo de quienes son cultos o tienen mucha experiencia, es que
saben reconocer el talento y son conscientes de no poseerlo. Como el célebre
personaje de “El manantial”, Ellsworth Toohey. Temeroso de que se le discutan
sus prerrogativas, el jefecillo mediocre jamás dará paso a alguien en quien
haya detectado el talento.
Porque ese jefecillo mediocre habrá medrado a base de hacer la pelota,
lisonjear, adular y permitir que le echen aliento en el cogote.
De este modo, se construyen sociedades ineficaces, con leyes torpes y
defectuosas, mal funcionamiento de los servicios públicos y negación de la
creatividad. Tal cosa ocurre cuando se suceden las generaciones bloqueando el
paso a la gente con talento que podrían arreglar las cosas.