martes, 15 de julio de 2014

UN MALAGUEÑO EN YANQUILANDIA. Bernardo Gálvez.

Vi por primera vez el nombre de Bernardo Gálvez ya cerca de los treinta, mientras vivía en  países trasatlánticos. En mi niñez y adolescencia en Málaga, el único Gálvez muy notorio era el ginecólogo que tenían casi santificado en vida.

Durante unas vacaciones en Atlanta, en casa de un matrimonio de profesores de español de la Universidad del Sur de Georgia, me invitaron a un viaje en “caravana”, de una semana de duración, por las cercanías del Golfo de México. No me acuerdo de dónde fue, pero en algún lugar  me topé con una placa donde figuraba ese nombre; no recuerdo si estaba escrita en español, pero sí sé que figuraba en español la frase “yo solo” y tras el nombre, entre paréntesis, Málaga. Aquel viaje fue tan ameno y emocionante, que Bernardo Gálvez no ocupó para nada mi curiosidad, salvo la efímera pregunta de quién sería y qué significaría “yo solo”.

Fue muchos años después cuando volví a leer ese nombre.
Vuelto de la emigración, pasé unos años en Málaga ejerciendo el periodismo, lo que me hizo acreedor de un nuevo exilio, que ha durado más decenios. Conocí entonces a un personaje de esos muy llamativos que sólo se dan en Málaga; era policía municipal y se llamaba Antonio Canca; escribía artículos en Sur bajo el seudónimo de “Zegrí” Se le tenía por uno de los mayores conocedores de las tripas de la ciudad; sabía el porqué de casi todos los topónimos. Espoleado por la curiosidad sobre el paraje de La Virreina, donde jugué mucho de niño y robé ingentes cantidades de higos, pregunté a Canca un día la procedencia del nombre. Me respondió que probablemente había sido la finca de una virreina malagueña de México, llamada Ana Zayas.
Yo venía de la publicidad, donde había pasado veintinueve años en agencias de primera fila mundial. Ese trabajo me había aficionado a investigar todos los porqués a fondo. Me puse a investigar a Ana Zayas, enterándome de que había sido la segunda esposa de Mathias Gálvez, virrey de México, y madrastra de Bernardo Gálvez, también virrey de México un poco más tarde.
Y ahí resurgió el recuerdo de la placa en el sur de Estados Unidos, y el lema “yo solo”.

Están tratando de que el parlamento de los Estados Unidos repare una enorme injusticia: no exhibir en su parlamento el retrato de uno de los prohombres que más facilitaron su independencia de Inglaterra: Bernardo der Gálvez.
Mientras Mathias Gálvez era virrey de México, su hijo Bernardo era capitán general en Luisiana y otros territorios de lo que ahora es el sur de Estados Unidos. Ante el pertinaz empeño de los ingleses de robar a España sus dominios (que tan mal defendieron nuestros antepasados a la larga), trataron de tomar todo lo que estaba bajo la protección de Bernardo Gálvez; este , dispuesto a impedirlo, reunió un ejército importante y fue echando a los ingleses de todas partes; uno de los sitios donde la corona inglesa se había hecho más fuerte era la bahía de Pensacola; Bernardo Gálvez quería expulsarlos y siquitrillarlos, pero la fuerza enemiga era poderosa y buena parte de las tripulaciones de Gálvez se resistieron a entrar en batalla;  entonces, Bernardo pronunció la frase que ha pasado a la historia: “Yo solo”. Mandó enrumbar su nave hacia las posiciones inglesas y entre el furor malagueño y las adhesiones posteriores, los ingleses fueron vencidos.
Esa victoria significó un fuerte debilitamiento del ejército inglés y todas sus posiciones en el continente, de manera que facilitó de modo muy importante la lucha de los independentistas yanquis.
Veremos o no el cuadro de Bernardo en el Congreso de los Estados Unidos, Pero nadie puede quitarnos la historia.