miércoles, 22 de mayo de 2013

¿TOLERARÍA FRANCIA QUE SU INDUSTRIA EDITORIAL RADICASE DONDE PROHIBIERAN EL FRANCÉS?, ¿ACEPTARÍA ALEMANIA QUE SUS EDITORIALES SE CONCENTRASEN DONDE PROHIBIERAN EL ALEMÁN?, ¿PERMITIRÍA ITALIA QUE SE EDITASEN SUS LIBROS DONDE PROHIBIERAN EL ITALIANO?, ¿SOSTENDRÍA INGLATERRA SU INDUSTRIA EDITORIAL DONDE PROHIBIERAN EL INGLÉS? España es diferente


Nadie podría imaginar que el grueso de la industria editorial francesa, italiana, alemana o inglesa radicara en un lugar donde tales idiomas estuvieran prohibidos.

Nosotros mantenemos en Barcelona la mayor parte de las ediciones en español, aunque allí se persigue institucionalmente el español, se multa su uso y se impide a los niños estudiar en español. Por consiguiente, ningún titulado de las universidades de esa región conoce el castellano a fondo. Para dominar literariamente un idioma, no basta con estudiar filología; hay que usarlo cotidianamente y estudiarlo de manera culta. Estas circunstancias no suceden con los correctores/editores actuales de las editoriales radicadas en Barcelona, que con frecuencia son auténticos analfabetos en español. Son indescriptibles las torpezas que cometen al “corregir” los originales, de manera que en la actualidad leemos la peor prosa de nuestra historia.

A mí me estropearon tanto un original, que resultó que la novela no trataba exactamente de lo que yo había descrito y tuve casi que reescribirla tras la torpe "revisión" del corrector analfabeto y estúpido. La culpa fue no sólo de un “CORRECTOR” (creo que correctora) que ignoraba nociones básicas de la sintaxis española, sino, sobre todo, de la editorial a la que, por lo visto, le daba igual producir libros que morcillas.

Las ediciones actuales de Barcelona son lingüísticamente muy groseras, usan barbarismos, galicismos y anglicismos constantes e innecesarios, repiten las preposiciones de manera pleonásmica y para colmo de lo intolerable, introducen mensajes racistas-separatistas en las traducciones, sobre todo de novelas ambientadas en el Medievo.

Es enojosamente frecuente comprobar que donde los autores extranjeros escriben “Reino de Aragón” (un poderoso reino medieval), los traductores-correctores de las editoriales de Barcelona escriben “Cataluña”, que no era el nombre de ningún estado medieval.

POR EL BIEN DE NUESTRA PROSA 
Y POR LA RECUPERACIÓN DE LA RELEVANCIA MUNDIAL DE NUESTRA LITERATURA... 
TENEMOS QUE SACAR LAS EDITORIALES EN ESPAÑOL DE BARCELONA.