DESPUES DE LA DESBANDÁ
Definitivamente, esta novela será
publicada en octubre de este año.
El e-mail de la editorial es:
MÁS ABAJO, INCLUYO VARIOS
PÁRRAFOS DEL PRINCIPIO.
VIDEOS COLGADOS EN YOU TUBE, DE
ENTREVISTAS SOBRE OBRAS MIAS
La antigua sociedad, roto su cielo,
siente que en sus espaldas se desploma,
y herida pliega el vacilante vuelo.
Salvador Rueda.
¿Fue la posguerra peor que la Guerra Civil?
El Templao dijo que tenía muy vista a la muerte.
No imaginaba lo que le faltaba por ver.
PRIMERA PARTE.
Málaga, inglesa y mora
Capítulo I
Volvían como almas en pena recién desenterradas, con un silencio de madrugada en un cementerio. Sus harapos, los ojos desorbitados y el sigilo con que caminaban -a pesar de que ya no sonaban detonaciones ni explosiones-, evocaban los muertos vivientes de las leyendas de terror. Conservaban el miedo a las acechanzas inclementes y todopoderosas, a pesar del silencio de ahora, un miedo que habría de acompañarles para siempre. El terror había quedado impreso en sus corazones como un tatuaje para toda la vida, que ya nunca conseguirían borrar. Formaban un cortejo sin orden ni vigor, exhausto, que se extendía delante y atrás de ellos hasta donde les alcanzaba la vista; como un gigantesco dragón de la antigüedad, cansado, vencido, exánime e incapaz ya de lanzar fogaradas. El paisaje había cambiado tras el paso tumultuoso de la bestia que el éxodo en desbandada había representado, con su rastro perceptible en los huertos y sembrados arrasados por el hambre y la desesperación; el aroma habitual de salitre y yodo combinado con el de limones y limas, se había convertido en pestilencia de incendio no del todo extinguido y hedor de cadáveres descompuestos, cadáveres verdaderos que todavía yacían en muchas cunetas y ellos se negaban a mirarlos. Ningún cultivo enarenado había sobrevivido y casi todos los árboles frutales estaban desgarrados y desarticulados por la desesperación. Lo más pesaroso era el silencio, enmudecidos todos como si temieran despertar de nuevo al monstruo. El único rumor audible era el de los gemidos, suspiros y ayes contenidos, porque no había transcurrido suficiente tiempo como para que las entrañas de los fugitivos se librasen del pánico y porque todos ellos llevaban los pies deshechos y muchos sangraban por heridas sin suturar bajo la ropa.
Pero algunos otros no presentaban huellas tan obvias de la intensa y larga caminata; con ropas y zapatos o alpargatas en buenas condiciones, sus rostros no reflejaban los horrores ni el dolor de la multitud, como si volvieran de un paseo dominguero.
-Hay montones que no han resistío el cansancio, Guaqui –dijo Mani. -Y se han dao la vuelta…
-¡Naturaca! Míralos; están más despistaos que un pulpo en un garaje. Por la pinta que llevan algunos, tan repeinaítos, no han andao ni cinco kilómetros. Bueno… Pa ser sinceros, tampoco nosotros hemos resistío el cansancio, y además, ¿qué íbamos a hacer carretera adelante, irnos a Rusia?
Las muchas decenas de miles de
personas que habían huido la noche del 7 de febrero, para no ser masacrados por
las tropas italianas al servicio de Franco, habían sido masacradas de todas
maneras por el bombardeo incesante de los barcos, por los aviones alemanes que
experimentaban con los pobres cuerpos de los malagueños la efectividad de sus
ametralladoras y el sistema de carrusel; por el viento, el frío, la lluvia y el
hambre. No volvían todos. Muchos habían seguido huyendo a pesar de la
inundación de Motril, encaminándose a
Valencia y hasta Francia. Muchos otros, habían muerto. La mayor parte de
los peregrinos que rodeaban a los dos amigos mostraban en la ropa rastros de
sangre de sus parientes muertos o heridos, cuando no se trataba de su propia
sangre todavía manando de heridas abiertas.